¿QUÉ RAYOS PASÓ EN TURQUÍA?

Este viernes pasado, con el mundo todavía pasmado ante los acontecimientos sangrientos y deleznables ocurridos en Niza, Francia –y el incendio en la base de la Torre Eiffel, del que nadie habla y aseguran, en forma un tanto titubeante, que fue un accidente con los fuegos artificiales– se gestó un intento por parte del ejército turco, de dar un golpe de Estado en contra del gobierno presidido por el islamista Reccep Tayyip Erdogan.

De Erdogan he hablado en el blog anterior, probablemente es uno de los hombres más peligrosos del mundo y a mi parecer, es quizá el único de los líderes mundiales que entiende tan bien el juego geopolítico  como Vladimir Putin, y quizá sea también el único rival de éste que se encuentra al mismo nivel, salvo que quizá sea mucho más perverso, retorcido y genuinamente malévolo que el ruso.

Erdogan es, dentro del ámbito turco, el producto del fortalecimiento del radicalismo del Islam Sunnita que empezó a darse en la década de los 90, con la aparición de grupos terroristas como Al-Qaeda, así como el reconocimiento oficial de la causa palestina contra el Estado de Israel. El partido político del actual mandatario turco, el Partido de la Justicia y Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco) es un partido islamista que surgió del Partido del Bienestar, instituto político que en el año 2000 fuera disuelto por el ejército por su tendencia islamista; y aquí tenemos que explicar algunas cuestiones que nos llevan a entender lo que está pasando:

1.- Antecedentes:

El clan turco de los Otomanos u Osmanlíes (depende cómo se pronuncie el nombre del primer líder de ese clan: Othmán, en árabe/ Osmán en turco) inició desde el siglo XIV un proceso de expansión contra sus rivales, otros clanes turcos que ocupaban, desde el siglo XII, tras la batalla de Manzinkert, la parte central y oriental de Asia Menor, arrebatada al Imperio Romano Oriental. Los Turcos, mongoles de origen, se habían convertido al Islam y mezclado con los pueblos semitas de lengua árabe y persas de Medio Oriente. Posteriormente, su expansión no fue solo sobre las otras tribus turcas sino sobre el resto de Estados Musulmanes del Medio Oriente, lo que los llevó a chocar contra el otro poder islámico de la época: el imperio mongol musulmán de Tamerlán basado en Samarcanda, y finalmente a dar fin al Imperio Romano de Oriente en 1453 con Mohamhed II, para luego buscar unificar de nueva cuenta a los musulmanes Sunnitas, lo que lograron cuando Selim I tomó Egipto y Arabia, consiguiendo que el último Califa Abbasida, Al-Muwattakil III, que ya no ejercía más que un poder simbólico, le cediera sus derechos al trono imperial islámico.

Los turcos por tanto, fueron líderes del Islam desde el siglo XVI hasta la Primera Guerra Mundial. Desde el siglo XVII, sin embargo, comenzaron a decaer ante el mayor desarrollo económico, militar y tecnológico de Europa Occidental sobre ellos: la batalla de Lepanto, donde la flota con la que el Califa Selim II pretendía invadir Italia fue arrasada por las fuerzas navales españolas, venecianas y papales al mando de Don Juan de Austria, lo que marcó un punto de inflexión, perdiendo el dominio del Mediterráneo: posteriormente, en 1689, cuando intentaron tomar Viena bajo Mohamhed IV, capital de los Habsburgo, comenzó el deterioro de su fuerza militar y empezaron las deserciones y rebeliones al interior del imperio: a partir del siglo XVIII, el movimiento religioso wahabita en Arabia llevó a una de las familias poderosas de la región, los Saud, a convertirse en rivales de los Otomanos reinantes.

Ya desde fines de ese siglo, el Califa Selim III buscó iniciar un proceso de modernización a fin de que los musulmanes pudiesen competir contra los Europeos y mantener su rol de gran potencia, y evitar seguir perdiendo territorios ante los Austriacos, Rusos, Prusianos, etc. a ese proceso se le conoció como tanzimat, ante la rebelión de los Jenízaros, guerreros de origen cristiano que, conversos fanáticamente al mahometismo, constituían las tropas de élite del ejército islámico, y llenos de privilegios, que le asesinaron y el breve reinado de Mustafá IV, sería el sucesor de éste, Mahmoud II, quien dirigiría las reformas, creando con ayuda de militares británicos y prusianos, a un ejército moderno y exterminando a los Jenízaros, estableciendo el servicio militar y tropas permanentes profesionales en vez de las milicias feudales aportadas por Sultanes, Emires, Reyes y Jeques de todas las etnias y pueblos islámicos y no islámicos del Imperio. Pero las constantes derrotas militares y la pérdida de territorios a manos de Franceses y Británicos, la independencia de Grecia y la pérdida de los pueblos eslavos de los Balcanes independizados o absorbidos por los Austriacos, así como el endeudamiento público galopante, convenció a algunos militares jóvenes, formados precisamente en Alemania, Inglaterra o Francia, de que el Imperio necesitaba también adoptar un sistema político calcado de Europa Occidental.

Los Jóvenes Turcos, como fue conocido el partido político Comité Unión y Progreso, que era un grupo de generales educados en Inglaterra y Alemania, menores de 30 años al momento de su rebelión, en 1908, entre los que destacaban Ismail Enver Paschá, Mohamhed Talat Paschá, y Ahmed Cemal Paschá, así como Mustafá Kemal Paschá, derrocaron al Califa Abdul-Hamid II y colocaron en su lugar a Mohamhed V, reducido a un papel de monarca constitucional; implantando un parlamento y una carta magna, continuando con la adopción de vestimentas, tecnología y costumbres occidentales en la población, sin embargo, siendo fuertemente nacionalistas, colocaron a los árabes y demás semitas y otras etnias en un plano de subordinación y sometimiento al pueblo mongólico que se convirtió en la élite gobernante; además, no renunciaban al Islam, por el contrario, se lanzaron en una política de discriminación y exterminio de los pueblos cristianos y judíos del Imperio, enfocándose sobre todo en los Armenios y los Griegos de Asia Menor, provocando el terrible genocidio de 1915-1918. A la par, esto volvió a encender en Arabia la flama de la rebelión de los clanes nobles como los Haschemitas y los Saud, que sería apoyada por los Británicos en la persona de Thomas Edward Lawrence.

Al final, se consumó la derrota del Califato en la Primera Guerra Mundial, donde los Jóvenes Turcos habían alineado a la Khilafa del lado de Alemania, Austria-Hungría y Bulgaria, siendo estas últimas potencias, hasta pocos meses antes de 1914 sus mortales enemigos. Los aliados se repartieron los territorios del Imperio con arreglo al Acuerdo Sykes-Picot de 1916, en que se acordó que Irak pasaría a Gran Bretaña junto con emiratos del sur de la península arábiga, Siria y Líbano para Francia, y Palestina también para los Ingleses, a fin de permitir el asentamiento de colonos judíos para honrar el compromiso de la Declaración de Balfour, mientras que a los Turcos les dejaban solo una parte de Asia Menor, otra era entregada a los Armenios, ahora absorbidos por la Rusia Soviética y Grecia buscaba anexarse la Jonia.

El único líder de los Jóvenes Turcos que se mantuvo en el poder en ese momento, y con prestigio por su rango de héroe en la defensa de Galípoli, era Mustafá Kemal, (en la imagen) quien derrotó a los Griegos y rechazó a los Armenios y Bolcheviques en el este. Kemal, quien después sería apodado Atatürk, o «Padre de los Turcos» ya que se le consideró como el creador de una nacionalidad turca moderna diferenciada del resto de pueblos musulmanes; ya que, dueño del poder, proclamó la república, derrocando a Mohamhed VI a quien quitó el poder político: su título de Sultán (soberano, en árabe), y al sucesor de éste Abdul Mejid II, a quien dejó el carácter de Califa, para suprimirlo dos años después, en 1924 y exiliándolo.

Atatürk no era un personaje suave ni liberal, ni mucho menos demócrata. Participó en el Genocidio Armenio y nunca dejó de ser, en realidad, un auténtico musulmán. Sin embargo consideraba –de manera similar al emperador japonés Meiji– que para que Turquía progresara y conservara su independencia, debía adoptar el modo de vida occidental y también su sistema político, sin embargo, había que meterlo con calzador: prohibió la vestimenta tradicional, como las túnicas y turbantes, o el sombrero fez, en los hombres, velos y vestidos largos para las mujeres, adoptó el alfabeto latino para escribir la lengua turca, prohibió el uso del árabe en la liturgia de las mezquitas para usar el turco, estableció el calendario cristiano gregoriano como calendario civil y pasó el día de descanso del viernes al domingo, todo claro, usando el gran garrote de la represión y las ejecuciones sumarias a los que se opusieran, igualmente levantó las prohibiciones al alcohol y estableció un sistema político basado en una constitución y una legislación basada en el Derecho alemán, quitando la aplicación de la Shari’a y decretando la igualdad entre el hombre y la mujer. Sin embargo, como dije, Kemal siempre fue un musulmán en el fondo y más cuando le convenía: era polígamo (cuatro esposas y concubinas, igual que los Califas a los que había derrocado) y se casaba y divorciaba o repudiaba a sus mujeres de acuerdo con la Shari’a, por ejemplo y aunque señalaba que el Estado era laico y con libertad de cultos, la situación de Cristianos y Judíos en Turquía no mejoró nada bajo su régimen; incluso, creó un ministerio de asuntos religiosos en el gobierno, que se ha mantenido ejercido por un clérigo islámico desde entonces.

También Kemal nunca comprendió que las instituciones occidentales respondían a una realidad y un desarrollo histórico diferente al del mundo islámico y que no podían ser implantadas por decreto; por ello, se dio cuenta que sus reformas sólo podrían sostenerse con una fuerza poderosa que lo garantizara respecto a las costumbres y tradiciones de los habitantes, sobre todo en las áreas rurales y ciudades pequeñas de Asia Menor: el ejército, quien aprobaría  a los partidos políticos y el desempeño de los políticos que ocupasen cargos públicos, para que, en caso de ser públicamente islamistas o tendientes a negar otra de las aspiraciones de Kemal: que Turquía fuese aceptada como una nación europea, –algo verdaderamente aberrante que solo exhibía los propios complejos de inferioridad del rubio y más eslavo que turco padre de los turcos, descendiente de Jenízaros– para que el ejército diese un golpe de Estado y restaurase la ficción implantada por el gran líder.

El modelo de Kemal, denominado Kemalismo, inspiraría otros movimientos nacionalistas en Medio Oriente, como el caso de Egipto, donde los coroneles egipcios liderados por Gamal Abdel Nasser pretenderían esa misma occidentalización y modernización sostenida por los militares, o en Libia, donde Ghaddafi hizo lo propio, e Irak y Siria, donde los regímenes de Saddam Hussein y de los Assad padre e hijo, tienen mucha similitud con el de Kemal: aunque formalmente eran hasta cierto punto democráticos, en realidad eran dictaduras militares. Sin el sostén del ejército, derrotados por la intervención extranjera, como en Irak y Libia, el sistema se derrumbó, en otros, apenas sobrevive, como en Siria y Egipto, ante una realidad que muestra que en el fondo, los pueblos se han mantenido sin cambios desde la caída del Imperio Otomano, es más, desde la Edad Media, y que los esfuerzos de los dictadores Kemalistas, no fueron en realidad, más que un maquillaje de modernidad occidental sobre pueblos milenarios reacios a cambiar y sin haber pasado por la misma evolución que provocó tales cambios en nuestro hemisferio.

Simplemente un indicativo de ello era la cuestión de los derechos humanos, incluso retratada en forma brutal por Oliver Stone en Expreso de Media Noche, basada en un hecho real, donde se refleja que, detrás de la fachada «modernizada» de un régimen militar disfrazado de Democracia se esconde la misma ferocidad y crueldad exhibidas por el ISIS en la república de Atatürk.

2.- Erdogan y el fin del Kemalismo:

Tras esta reseña histórica, llegamos al momento que nos lleva a entender lo que está sucediendo en Turquía hoy en día. El país es miembro de la OTAN, dada su estratégica posición cercana a Rusia y el control que continúa ejerciendo sobre los estrechos de los Dardanelos y del Bósforo que dan acceso al Mar Negro, por ello, Turquía tenía el segundo ejército más grande en número de efectivos de la organización, después de Francia, no solo por la posición ante la amenaza entonces soviética, sino por las rivalidades entre la república otomana y Grecia y otros países balcánicos que tienen abiertas con los turcos contenciosos desde hace medio milenio; pero también la amenaza interna del separatismo kurdo; pueblo irreductible con el que el régimen de los Jóvenes Turcos y su continuador Atatürk no pudo ni exterminar ni expulsar, pero también, para asegurar el control de la población y el mantenimiento del sistema laicista, pro-occidental y modernizador establecido por el legendario general.

Para el año 2000, sin embargo, Turquía aparentemente estaba muy lejos del islamismo militante: los jóvenes iban al antro, se bebía alcohol y las mujeres, sobre todo las más jóvenes, lucían ropas occidentales y costumbres de «mujeres liberadas»; sin embargo, en el fondo crecía una tendencia hacia el retorno de la identidad islámica de los turcos, ¿porqué? Aquí algunos factores:

  1. Pese a la promesa de modernización del régimen, 80 años de «democracia controlada» por el ejército y occidentalización no sacaban a Turquía del subdesarrollo, pues comparte con México el sótano de la OCDE en rubros como educación, desarrollo humano, salud y corrupción; en contraste, su mayor rival regional: Arabia Saudita, y otros países con regímenes fundamentalistas islámicos como Emiratos Arabes, Qatar y Kuwait, contaban con un desarrollo económico muy superior y con estándares de vida igualmente más elevados. Los turcos se dieron cuenta que el desarrollo no necesariamente depende de vestir jeans en vez de túnicas y togas y el liberalismo occidental.
  2. La nostalgia por el pasado imperial, ante el ascenso, dentro del mundo musulmán de sus rivales como Arabia e Irán, Turquía empezó a ver más reducida su influencia y su presencia en Oriente, mientras que no era aceptada como un país occidental; ante esto, y a sabiendas que tenía una mayor posibilidad de influir en el Medio Oriente, sobre países con los que compartía religión y numerosos rasgos culturales, que sobre Europa, es que empezó a revivir el espíritu del «otomanismo».
  3. La resurrección de una identidad túrquica que oponer a la árabe tras el desmembramiento de la URSS, Turquía buscó restaurar sus nexos étnicos con Turkmenistán, Kazakhstán, Uzbekistán y Kirguistán, en el Asia Central, cuyas poblaciones son de origen turcomano, lo mismo que poblaciones dispersas en Irán e Irak, los pueblos turcos así, pueden aparecer como otro de los grandes grupos de pueblos islámicos en oposición a los pueblos de lengua árabe y los iránios. Esto además, lleva a la línea de choque con Rusia, para quien sus ex-republicas islámicas centroasiáticas siguen siendo su área de influencia.
  4. La desilusión del sueño europeo que impactó sobre todo en los jóvenes, que perdieron las esperanzas de que Turquía entraría en la Unión Europea, aparte, la Guerra de los Balcanes revivió los recuerdos de la feroz dominación musulmana encabezada por los turcos en la región y sus secuelas. Por tanto, los Turcos se sintieron rechazados por Europa y esto provocó que se buscara rescatar la identidad propia en rechazo a lo europeo.
  5. Las diferencias entre las dos principales zonas urbanas: Estambul (Constantinopla) y Ankara con el resto del país, fundamentalmente el Asia Menor o Anatolia; en las zonas rurales y las ciudades pequeñas las reformas kemalistas nunca permearon del todo y conservaron viva la identidad turca y musulmana en contraste con el cosmopolitismo artificial de las dos capitales.

Ante estos factores, el triunfo del partido de Erdogan que manejó un discurso populista en que disfrazaba el islamismo detrás del nacionalismo turco, estaba cantado. Lo que nadie se esperaba era la facilidad con la que el Primer Ministro y después Presidente minaría las bases del régimen; demostrando la enorme fragilidad del mismo. Como un niño jugando Jenga y sin necesidad de golpes violentos –hasta ahora– Erdogán fue desarmando el edificio construido por Kemal: primero se aseguró una mayoría absoluta en el parlamento, después, controló el Poder Judicial, posteriormente depuró a los altos mandos del ejército, sustituyéndolos por otros más favorables al islamismo. Después fue haciendo campaña por los medios a favor de que las mujeres recuperasen el uso del velo y aceptasen un papel secundario en la sociedad, volvió a permitir el uso litúrgico del árabe en el culto, asesinó a un obispo católico, volvió a identificar como enemigos a los armenios, lanzó una campaña para aplastar a los kurdos, y antes del sainete del viernes pasado, puso limitantes a la libertad de expresión y censura a la prensa, cerrando diarios y poniendo límites y vigilancia a las redes sociales. Mientras hacía todo esto, mantenía el culto cívico a Mustafá Kemal de dientes para afuera.

Entre tanto, a nivel internacional Erdogan empezó a jugar activamente, el mandatario turco demostró, por un lado, ser brillante y entender tan bien como su par ruso: Vladimir Putin, al Juego de Tronos geopolítico, pero también demostró ser mucho más siniestro: para no quedar atrás de Irán, se convirtió en un gran apoyo de la causa palestina y se confrontó con Israel, comenzó una política de chantaje a Europa en torno a la migración a cambio de ayudas económicas y acuerdos con el bloque, luego comenzó a ayudar descaradamente al ISIS y ha sido uno de los promotores de la oleada de refugiados musulmanes hacia Europa, atreviéndose incluso a provocar a Rusia con el derribo de un avión caza que participaba en el conflicto sirio a favor de Assad, con quien primero el turco trabó buenas relaciones, al ser regímenes «hermanos» para después decantarse por el apoyo a la oposición islamista. Igualmente, recibió de forma hipócrita al Papa Francisco I, de quien recibió elogios y halagos fiel a su pragmatismo, para luego tronar contra él por su denuncia del genocidio armenio de hace 100 años.

¿Qué pasó el viernes? Para empezar, Erdogan acaba de matar lo que quedaba del sistema kemalista. El primero en su tipo, fue el último en morir, al parecer, se trató de un autogolpe que promovió el propio Erdogan de forma magistral –el hecho de que sea un sujeto perverso no le quita lo brillante– al parecer difundió informaciones falsas y rumores entre los militares respecto a una presunta debilidad del régimen o de que el mismo no contaba con apoyo entre el pueblo y la mayoría de la milicia, con lo que animó a los sectores dentro del instituto armado más leales a las ideas de Atatürk a alzarse en armas contra su gobierno; sin embargo, esto ha demostrado al mundo que Erdogan cuenta con el apoyo mayoritario de la población, incluso en Ankara y Estambul las multitudes salieron a las calles, en una versión propia de la Primavera Arabe, a detener a los golpistas. Hubo combates y heridos, y muchos de los soldados rebeldes, detenidos por los ciudadanos, fueron linchados por estos que se comportaron como militantes del ISIS.

Una semana después, parece que Erdogan tiene planeado hacer una purga de dimensiones genocidas ante el más que probable restablecimiento de la pena de muerte: se habla de 50,000 detenidos, entre jefes militares, gobernadores provinciales, agentes policiales, elementos de tropa, profesores y académicos, periodistas y civiles en general, acusados de simpatizar con el golpe y, –con descaro– ser enemigos de la «Democracia» y los «derechos humanos». De golpe, terminó con la independencia de la que todavía gozaba el ejército y con su papel de garante del sistema laico y pro-occidental. A partir de ahora, Erdogan prácticamente podrá reconstituir al Estado a voluntad, tras esto que podemos calificar, fue su «incendio del Reichstag» o como algunos lo han calificado, de «su 23-F», recordando el sospechoso intento de golpe de Estado del general Tejero en España en 1981 que sirvió para que Juan Carlos I legitimara su trono, cuestionado tras la transición por su carácter de sucesor de Franco y legitimara, con ello, a toda la Democracia Española surgida de la Constitución de 1978. En un caso con más similitudes aún, la situación parece a la de Venezuela tras la intentona golpista de 2004 que fracasó, misma que sirvió a Hugo Chávez para prácticamente desmembrar a la oposición, adquirir plenos poderes y a partir del cual un oscuro chófer convertido en agente de seguridad del Coronel, Nicolás Maduro, comenzó su ascenso.

Pero, a nivel exterior es donde Erdogan está jugando algo muy peligroso, en que cualquier paso en falso puede desatar consecuencias insospechadas y letales para todo el planeta. Como hemos dicho, Erdogan primero provocó a Moscú con su auxilio descarado al ISIS y el derribo de un avión caza ruso, ahora de repente, parecía que buscaba la reconciliación, cuando se da el golpe. Ahora, el mandatario otomano echa la culpa del mismo a un clérigo fundamentalista de nombre Fathullah Gülen que se encuentra exiliado en EUA, y también acusa a los servicios de inteligencia norteamericanos de apoyar a este sujeto en los preparativos del golpe por los intentos conciliadores de Erdogan hacia Putin.

Ante la perspectiva de un Erdogan desatado, que conducirá a Turquía a su completa reislamización y que ahora luce buscando la alianza con Rusia, es probable que se de su expulsión de la OTAN, algo que es riesgosísimo para Occidente, pues tendrá a las puertas de una zona de riesgo como los Balcanes a un enemigo fuerte que tras de sí tendrá a toda la multitud de «refugiados» entrando al Viejo Continente. Por otro lado, esto muestra el enorme pragmatismo de Putin que los «Tradilocos» no quieren ver: el peterburgués más que defensor de la Cristiandad es defensor de los intereses de Rusia y puede en ello, llegar a aliarse al Islam, incluso al mismísimo Abu Bakr II o a través de uno de sus principales valedores como es Erdogan, aunque quizá el ruso sabe bien que no puede fiarse de un tipo como el turco que trae consigo una agenda propia destinada a favor de Turquía y del Islam… ¿acaso el otomano pretende «amarrar navajas» y generar un conflicto entre la OTAN y Rusia, que termine por generar un río revuelto del que nazca, como ganancia de pescadores, el nuevo califato?

Por lo pronto, hay 14 barcos de la armada turca perdidos… nadie sabe donde están ni lo que van a hacer, salvo quizá la mente maquiavélica de Erdogan, y esto, es de temer, para temblar…

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NIZA

El 14 de julio, aniversario del inicio de la Revolución Francesa con la toma de la Bastilla, –convertido en «Día Nacional» de Francia, como si ese país no hubiese existido antes de 1789, cuando la verdadera fundación de la nación francesa se dio con el bautismo de Clodoveo, de la dinastía de los Merovingios, rey de los Francos, lo que representó el inicio de la mezcla entre los Galorromanos cristianos y los Francos germánicos paganos. Lo demás es ideología, que pretende que el mundo volvió a crearse con la asunción  del credo democrático-liberal surgido de la Ilustración en el siglo XVIII y su puesta en práctica con la Independencia de EUA y la posterior Revolución en Francia que derrocó el régimen absolutista que los Borbón habían constituido desde el siglo anterior, consolidando la centralización del poder que habían buscado todos los Capeto desde su entronización en el siglo X en sus diferentes ramas, los directos, los Valois y los Borbón, ante un país que tras la decadencia de los Carolingios se desmembró entre potentados y terratenientes que convirtieron a Francia en el paradigma del Feudalismo. A ese absolutismo del Rey, los Revolucionarios lo sustituyeron con el absolutismo del Burócrata, mismo que continúa hasta hoy y ha sido un modelo a seguir por gran parte del mundo, en especial Hispanoamérica y México en particular, lo que ha sido causa de no pocos de nuestros problemas y atrasos.

Pero lo de ayer muestra enormes diferencias entre la Francia original, la de los reyes, la «Cristianísima», la «Hija primogénita de la Iglesia» que detuvo al Islam militante en Poiters con el muro de acero de los escudos de la infantería de Carlos Martel, mientras que la Francia nacida en 1789, la del Burócrata que ostenta el Poder no con base en la fe, sino en un sinnúmero de teorías que sustentan la idea de la Soberanía Popular y los pesos y contrapesos de quienes ejercen el gobierno que en la práctica se traduce en trámites kafkianos, discusiones interminables parlamentarias y buenismo rampante, que a partir de la Revolución ha perseguido al Cristianismo y negado sus raíces, que niega el primer genocidio de la Historia con las matanzas de católicos en La Vendeé, que entronizó a un loco megalómano que provocó veinte años de matanzas en todo el continente para satisfacer su narcisismo y después al payaso extravagante de su sobrino, que a duras penas y con ayuda externa pudo librarse dos veces del dominio alemán, no puede más que ser arrollada por el Islam resurgente, que sin necesidad de armas, sin necesidad de un ataque militar en regla, puede demostrar a los franceses y al mundo que ese Estado francés fundado en 1789 no es más que un castillo de papel mojado, incapaz de brindar seguridad a su propio pueblo.

Las escenas que podemos ver en el video son terribles: basta un tunecino, descendiente de aquellos guerreros púnicos adoradores de Moloch que marcharon junto a Aníbal Barca con odio eterno a Roma y lo que representa y que lo siguen sintiendo, apoderado de un camión de carga para pasar a toda velocidad dejando una estela de muerte a su paso a lo largo de dos kilómetros sin que nadie le pusiera un alto hasta que dejase, nuevamente, un rastro de terror y sangre… el Presidente Hollande, a quien ha tocado reaccionar, porque no puede prevenir, ya tres veces ante los atentados del islamismo militante.

El pueblo francés aparece nuevamente sorprendido e impotente, y no parece encontrar a nadie que le explique qué está pasando, o no quiere darse cuenta de ello: tienen al enemigo en casa, desde que abrieron las puertas a la migración musulmana en una fecha tan temprana como tras la conquista de Argelia en 1830 y el apoderamiento de antiguas provincias norafricanas y del centro de Africa del Califato Otomano que se desmoronaba ante el empuje de Europa en plena industrialización, mientras Inglaterra tomaba territorios africanos al sur del Sahara, e inteligentemente le otorgaba al Egipto de Mohamhed Alí (no el boxeador, sino del líder albanés que se propuso restaurar el esplendor del país del Nilo, perdido desde Cleopatra, de quien Cassius Clay adoptó el nombre por su gigantismo histórico)  la independencia pero tutelada por las fuerzas e intereses británicos, compartiendo el dominio de Sudán, lo que le permitió, en un primer momento, recibir una migración de una población que pudo incluso ser evangelizada en el Anglicanismo y permeable a la cultura británica.

Francia no tuvo esa suerte: argelinos, tunecinos, marroquíes, malienses y mauritanos inundaron Francia desde entonces y más incluso tras la independencia, llevando al Islam a tierras galas y formando cada vez más un proletariado al que ha sido difícil integrar, pues encuentra en el Islam el sustrato de su cultura propia, y en la doctrina coránica encuentra, también, el sustento para mantener vivo el ideal de conquista, de superioridad sobre los occidentales, los nazara, o Cristianos, a los que ve ahora envueltos en la decadencia y la perversión, por lo que deben ser eliminados.

Pero nadie en Francia, ni en Occidente se atreve a reconocer que la apertura excesiva a la migración proveniente del Medio Oriente, región que desde el derrocamiento del último Califa Abdul Mejid II, en 1924, y posteriormente, tras la fundación del Estado de Israel, se convirtió en un polvorín, pues en el mundo islámico comenzó la búsqueda por la restauración del imperio que mantenía la unidad del Islam Sunnita al menos, es la fuente del peligro, y que así como existen muchos musulmanes que son gente ordinaria que no desea más que trabajar y ganarse el pan y vivir una vida tranquila, existen muchos otros, entre ellos, que fácilmente se dejan llevar por el canto de las sirenas del radicalismo.

Las autoridades francesas y de la Unión Europea voltean para otro lado, lo mismo que los intelectuales y partidos, sobre todo los de Izquierda: no señalan al Islam como una ideología imperialista, militarista y peligrosa, que debería llevarlos a replantear la política migratoria; sin embargo, pesan más otros intereses: la defensa de intereses económicos necesitados de mano de obra ante la baja natalidad y el envejecimiento de la población nativa europea, ideológicos, sobre todo los que motivan a la Izquierda, favorables al multiculturalismo de la Globalización, el secularismo y la tolerancia religiosa, –aunque un enorme odio al Cristianismo, motivado sobre todo por los temas de moral sexual, que ven en el Islam al enemigo que puede destruir a aquel, sin importar que su ideología es totalmente incompatible con el Islam– con tal de salvar a la Democracia y los Derechos Humanos no del peligro musulmán, sino de la llamada «extrema derecha» encarnada en el Front Nationale de los Le Pen o de los movimientos identitarios europeos.

Occidente, como dice bien esta columna referente a los hechos de Niza, y también lo plantea Juan Manuel de Prada en su columna del ABC del 16 de julio, ya no se defiende, pareciere que nuestras sociedades están conscientes de que están enfermas de muerte y no quieren luchar contra la enfermedad, están felices cayendo en ella, desean morir, no tienen esperanza para el futuro, no hay deseos de mayor trascendencia que los efímeros minutos de un orgasmo, sea como sea que éste se consiga, y permanecer distraídos respecto de la realidad con entretenimiento permanente –¿porqué creen que son tan importantes socialmente actores, directores de cine o músicos populares en nuestros días?– con diversiones idiotas como ahora el videojuego Pokemon Go!, que hace que mucha gente busque como posesos a seres inexistentes, imaginarios, mientras se distrae de enfrentar a su realidad con sus dolores y sus gozos reales y existentes.

Occidente prefiere echarse la culpa de lo que sucede: los islámicos han lanzado esta ofensiva terrorista como respuesta a las políticas occidentales imperialistas y coloniales; no cabe duda que en esto hay algo de verdad, pues mucho de lo que vemos viene de que estamos pagando las consecuencias del Acuerdo Sykes-Picot, de la Declaración de Balfour y del Tratado de Sévres, todo consecuencia de la Primera Guerra Mundial, un cúmulo de errores de comprensión sobre el Medio Oriente que sembró las semillas del caos en el Medio Oriente, con el reparto de intereses petroleros y la creación de Estados artificiales, el primero, el establecimiento del Estado de Israel, que quedaría incrustado como banderilla en el lomo del toro del Islam, y la desaparición del Califato Islámico en su última encarnación otomana. Ciertamente, una forma de lidiar con el mundo musulmán sea el establecer regímenes clientes y secularizados, un tanto como las dictaduras militares iniciadas por Mustafá Kemal en Turquía, y sus regímenes sucesores, como el de los coroneles egipcios encabezado por Gamal Abdel Nasser, el del Partido Baath en Siria con la familia Assad y en Irak con Saddam Hussein, y en Libia con Muammar Ghaddafi. Pero quizá el haber conservado el Califato desprovisto de soberanía política y dotado únicamente de funciones de liderazgo religioso hubiese sido el antídoto contra el surgimiento de tantos grupos fundamentalistas e interpretaciones extremistas.

Sin embargo, esto no es más que una parte: la idea de la Jihad ha estado conexa al Islam desde el principio, y la rivalidad entre los pueblos de Europa y otros precursores de Occidente, como los Judíos antiguos, y del Medio Oriente es tan antigua como la Historia misma, como lo recordaba Herodoto. De igual manera, la idea de Imperio, de expansión y de conquista nace desde Sargón de Akkad, los imperios occidentales, el de Alejandro y el de Roma, surgieron como respuesta a las agresiones de Medio Oriente, con los Persas o los Cartagineses, incluso, la expansión europea surgió como forma de sacar la vuelta al Islam, que en sí mismo compiló y sumó las influencias de los imperios del Creciente Fértil del pasado y las convirtió en un credo expansionista y feroz.

Hoy estamos inermes, ya no tenemos a Leónidas, ni a Alejandro, Escipión o Heraclio, ni al Cid, Felipe Augusto o Ricardo Corazón de León o San Luis IX o Don Juan de Austria y Jean Sobiezki, nuestros dirigentes no tienen el valor, ni la fuerza para oponerse a la ola que viene, como toda defensa se tiene el iluminar los edificios públicos con los colores de la bandera del país atacado, poner veladoras y osos de peluche en recuerdo de las víctimas; y así seguirá hasta que, cobardemente, y por defensa de la Democracia, la diversidad, el multiculturalismo y la tolerancia, le entreguen el poder y las vidas de sus gobernados, a los Islamistas.

LIBROS PARA LEER EN JULIO: LA SAGA DE «DUNE»

gusano

A mi amigo Edgar, fan de esta saga en agradecimiento por el apoyo en estos tiempos difíciles.

Comienzan las vacaciones de verano y nada como pasarlas en compañía de un buen libro… o varios.

Ya hace tiempo quería escribir sobre una saga monumental de la Ciencia Ficción clásica del siglo XX como es Dune, escrita por el norteamericano Frank Herbert y continuada recientemente por su hijo Brian en compañía del escritor y guionista Kevin J. Anderson. Para muchos, se trata quizá de la obra más ambiciosa del género de todos los tiempos, y tal vez no estén equivocados; tras leerla y releerla, uno encuentra a una obra que puede tener muchas interpretaciones y muchos temas al interior, solo comparable, a mi parecer, con El Señor de los Anillos de J.R.R. Tolkien, y sí, me parece que es infinitamente superior a la Canción de Fuego y Hielo (conocida por HBO como Juego de Tronos, título de su primer volumen) de George R.R. Martin y sin necesidad de requerir, a mi modo de ver, a escenas sexuales que no aportan nada a la trama y solo sirven de gancho morboso para el lector o televidente. –Aparte, creo que el que la TV haya rebasado ya a los libros llevará al autor a precipitarse en la última parte de su saga escrita; de forma similar a J.K. Rowling, contaron más los dólares brindados por Hollywood y la calidad final de la obra se hundirá por culpa de un criterio comercial.

El caso de Dune es muy distinto: ha sido muy difícil adaptarla a la pantalla. Es bien conocido como el charlatán de Alejandro Jodorovsky, quien nunca ha leído ninguno de los tomos de la novela en los años 70 pretendió filmarla, mas solo fue un extravagante proyecto diseñado para fraudear a la Paramount con un presupuesto hiperinflado, –iba a superar a lo que después haría el recientemente fallecido Michael Cimino con su Heaven’s Gate, — aunque algunos diseños, como los propuestos por el gran artista suizo H.R. Giger resultan muy interesantes y de haber sido realizados, hubieran sido visualmente impactantes:

La imagen corresponde al diseño propuesto para el palacio de los Harkonnen en su planeta-feudo de Giedi-Prime, Giger lo imagina como una inmensa estructura antropomorfa que recuerda la obesidad mórbida del Barón Vladimir, principal antagonista en la primera novela, dotada de potentes sistemas de armas, el rostro es una cubierta detrás de la que se encuentra un cráneo –diseño que no aparece en la animación– en la que los ojos son cañones de plasma y la boca un lanzamisiles, igualmente, la calzada de acceso, como puede verse, cuenta con dispositivos biomecánicos que, ante alguna posible acción hostil de quien avance por ella, proyectan unas especies de lanzas para ensartar al atacante. El edificio no es descrito en la novela, pero la imaginación torcida del suizo le dio este aspecto terrorífico, coincidente con el estilo dictatorial y cruel del Barón.

Otras cosas, como el contratar a Salvador Dalí para representar al Emperador Shaddam IV Corrino era una payasada, y el propio extravagante pintor español así lo tomaba, fiel a su estilo, no así el pretender que Orson Welles hiciera del Barón Vladimir Harkonnen, uno de los personajes principales, lo que sí hubiera sido algo más que interesante… de haber tenido a un director serio y no alguien que pretendía filmarla como si fuese un «viaje» de LSD y de catorce horas de duración…

La adaptación sería llevada a cabo por David Lynch en 1984 y con Kyle Mclachlan en el papel principal de Paul Muad’dib Atreides y Sting como Feyd-Rautha Harkonnen. La película tiene momentos buenos, pero en mucho difiere bastante de los libros y eso no gustó a los fans de la novela, y no ha sido sino hasta últimamente que ha sido revalorada, siendo mucho más afortunada la adaptación televisiva del 2000, con Alec Newman y William Hurt y su secuela: Hijos de Dune, basada en los tomos II y III de la saga.

Pero ¿Qué es Dune? Es una saga constituída originalmente por seis libros: Dune, Mesías de Dune, Hijos de Dune, Dios Emperador de Dune, Herejes de Dune Casa Capitular. La historia transcurre dentro de unos veinte mil años, cuando la humanidad se ha expandido y colonizado gran parte de la Vía Láctea, constituyendo un Imperio estructurado a manera de un sistema feudal-constitucional, con un emperador a la cabeza, perteneciente a la Dinastía Corrino, que ha gobernado por diez mil años y un parlamento, llamado Landsraad, conformado por representantes de las familias nobles que rigen diferentes planetas, cúmulos estelares, sistemas solares o regiones o zonas de la galaxia a manera de señoríos, y que limitan el poder del monarca, de igual manera, existe una Cofradía Espacial, consistente en una organización de técnicos especializados que son capaces de trazar las rutas para el salto hiperespacial gracias al consumo de una sustancia, la especia Melánge, una poderosa droga, que genera adicción e incluso prolonga la longevidad, además de, en ciertas personas, producir el incremento de facultades mentales, un consorcio estatal-empresarial que controla el comercio en todo el imperio, conocido por las siglas CHOAM, y también grupos religiosos muy poderosos como la Bene Gesserit: una hermandad de mujeres que siguen una disciplina de control mental que les lleva incluso a ejercer un manejo consciente de sus propios procesos bioquímicos y a seguir un programa de selección genético para producir al Kwiszat Haderach, un ser humano perfecto, y también la Bene Tleilax, una cultura cuya religión es la Ingeniería Genética.

Todo giraba en torno a un planeta llamado Arrakis, un completo desierto, un tanto similar a Marte, que por ello es llamado Dune, Dunas, en español, la llamada especia es el subproducto del ciclo de vida de una forma de vida del planeta: el gusano de arena; una enorme criatura similar a un anélido de hasta 400 metros de largo y boca cavernosa (que recuerda sin embargo a la de una ballena) erizada de dientes cristalinos (en la imagen), y del que depende el complejo ecosistema del planeta que gira, aunque no lo parezca, en la distribución y aprovechamiento del agua; no en balde, Herbert era de profesión ecólogo que trabajaba para el servicio geológico nacional de EUA, encontrando inspiración en una visita que con motivo laboral realizó al Desierto de Mojave, en el estado de California a inicios de los 60. Tras unos años de trabajo, en 1965 su imaginación, combinada con sus conocimientos, rindió fruto: editó por primera vez el primer volumen: Dune, que tuvo un éxito rotundo e inmediato, rivalizando ya con la saga de Isaac Asimov: Fundación y su entero Ciclo de Trantor, como la obra fundamental de la Ciencia Ficción del siglo XX.

Las temáticas de la obra de Herbert son muchas, de ahí la profundidad de la misma, superando con mucho lo hecho por el bioquímico ruso; primero que nada la Ecología y la relación hombre-ambiente en un entorno tan hostil como el imaginado para el planeta Arrakis: se trata de un ecosistema que gira en torno al agua, pero un agua que es capturado por la forma larvaria del gusano, la trucha de arena, lo que provoca la sequedad extrema del mundo; posteriormente, mediante una metamorfosis, la trucha, un ser parecido a una babosa, autótrofo además, se cambia a una forma sésil, el pequeño hacedor, semienterrada en la arena, que después se transforma generando una violenta reacción química en forma de una explosión que es la que deja sobre la superficie a la preciada especia, se convierte en un gusano de pequeño tamaño, el gran hacedor, shai-hulud, venerado como un ser divino por la cultura que puede decirse es nativa del planeta, la de los Fremen, similares a beduinos que encuentran en la especia la base de su alimentación y economía, creencias y religión; su forma de vida radica en el reciclaje del agua, gracias también a trajes especiales con los que se destila el agua del sudor, excrementos y orina, lo que permite permanecer indefinidamente en medio de la aridez del desierto.

El gusano, además que por sus procesos bioquímicos genera el oxígeno de la atmósfera del planeta, por su parte, se alimenta con lo que sea: seres microscópicos que constituyen una especie de plancton que vive con un mínimo de agua en la arena, y sus propios congéneres en diferentes estadíos de vida, en los abrigos rocosos y montañas donde no pueden pasar los gusanos, alguna vegetación pobre y algunos pequeños lagartos y jerbos (llamados muad-dib por los nativos) originarios de la Tierra, se han aclimatado tras haber llegado miles de años antes cuando empezó la colonización por parte de los zensunníes. 

El aspecto religioso y cultural es muy interesante en la novela: Herbert era agnóstico, sin embargo, no duda en considerar a la religión como un factor importantísimo en el desarrollo de las sociedades humanas, además, en toda la historia, y en lo que continúan las precuelas y secuelas hechas por su hijo y por Anderson, prevalece la idea o la sensación de la Providencia divina que guía los acontecimientos; de hecho, la meta de la Bene Gesserit, y mucho la mitología en torno a la especia, es lograr la presciencia o lograr conocer cuál será el futuro y cuál fue el pasado, una especie de liga con la eternidad y con la conciencia, –por no decir, los espíritus– de los ancestros; pero por otro lado, Herbert se interesa mucho en el aspecto político de la religión, entendida ésta como una fuerza social, no en balde, imagina una civilización que en el futuro, está basado en muchos elementos del Islam; incluso ese misticismo que exhiben los Fremen y aún la Bene-Gesserit se sustenta en una mezcla de elementos del Budismo Zen y del Islam Sufi, encontrando puntos comunes entre ambas disciplinas de meditación, pero también implica el concepto claro que tenía el autor de la naturaleza política del Islam, pues en el argumento notamos ecos de la vida de Mahoma, del mito del Mahdi o mesías musulmán, de la rebelión árabe impulsada por T.E. Lawrence y de la idea del Califato o Imperio islámico.

Esto se nota en el mito fundacional de todo su «universo», mismo que debido, a su relativamente prematura muerte, Herbert no lo pudo desarrollar más allá de notas y borradores que fueron tomados por su hijo Brian y por el escritor y guionista de ciencia-ficción Kevin J. Anderson, como base para las tres trilogías que han escrito: Leyendas de Dune, Preludio a Dune, y la aún no concluida Escuelas de Dune, en el caso de la primera, se narra el punto de origen: la llamada Jihad Butleriana, que narra la lucha de los humanos en contra de las computadoras y robots dotados con inteligencia artificial y cómo la misma se convierte en una especie de guerra santa, de una religión que, en realidad, es una disputa política sustentada en una premisa humanista sobre la primacía del hombre sobre la máquina. Uno de los mejores personajes que aparecen en esta trilogía inicial, es sin duda el robot inteligente Erasmo, que evidentemente toma su nombre del humanista holandés Erasmo de Rotterdam del siglo XVI, y que hace grandes esfuerzos, incluso crueles, para comprender la naturaleza humana, carente de emociones y sentimientos, entenderá que el ser humano se mantendrá por encima de las máquinas gracias a su imperfección y su capacidad de errar que le lleva a ser creativo y a mejorar, mientras que la máquina, exacta y perfecta, no puede más que repetir eternamente los mismos procesos y las mismas acciones.

Como les digo, es una obra que vale la pena leer en estas vacaciones, sirve para que los que no conocen la ciencia-ficción se inicien en ella y se den cuenta que va mucho más allá de batallas en el espacio, rayos luminosos y vistosas explosiones en argumentos simplones como los de Star Wars. Se los recomiendo.

En el próximo post, volvemos a temas más serios de política internacional, como el fracaso de las demagogias de Obama que tienen a EUA ¿al borde de una nueva Guerra Civil?

MOLOCH

Hace unos 2,200 años, la República Romana se enfrentaba ante la situación de mayor peligro de su Historia: la invasión a Italia de parte del ejército de mercenarios encabezado por el General Cartaginés Aníbal Barca, y quien tras haber cruzado media Europa Occidental proveniente de Hispania, atravesando tanto a los Pirineos como a los Alpes, había llegado a la península conduciendo a un abigarrado conjunto de pueblos enemigos de los antiguos Latinos: Íberos, Celtíberos, Galos y por supuesto Púnicos o Fenicios, quienes, procedentes de Tiro en el Líbano, habían fundado, desde el siglo XI a.C., la ciudad de Qart Hadasch, latinizada como Cartago, que se había convertido en la gran potencia marítima del Mediterráneo Occidental continuando con la tradición naviera de sus antepasados; ante el previsible ocaso de los Griegos, sumergidos en las grandes guerras entre las Monarquías Helenísticas sucesoras de Alejandro Magno, quedaba claro que el trono del mundo sería o para los Romanos, o para los Fenicios cartagineses, quienes se habían convertido también en un enorme poder militar, aunque sustentado en contingentes de mercenarios, pero comandados por una elite de guerreros púnicos que habían adoptado la estrategia y la táctica griegas.

Para los Romanos, la lucha contra Cartago no era solo cuestión de mantener su supervivencia, sino también se convirtió en una lucha entre el bien y el mal; ya que la propaganda en la urbe de las Siete Colinas comenzó a ir dirigida en el sentido de que los púnicos eran ciertamente salvajes, más que bárbaros, y aún tras haberles derrotado en dos guerras, posterior al fin de Aníbal, probablemente el enemigo más temible que tuvo Roma en su Historia, el Censor Catón el Grande terminaba siempre sus arengas con la frase Delenda Carthago!, es decir «¡debemos destruir Cartago!», no solo porque la ciudad norafricana se había repuesto de la derrota y amenazaba nuevamente con reducir al comercio romano en el Mediterráneo o a volver a ser una potencia militar rival, sino porque la misma existencia de ella era algo así como dejar vivir a la raíz del mal mismo.

¿Qué repugnaba tanto a los Romanos de los Cartagineses? Curiosamente, lo mismo que hace que las páginas del Antiguo Testamento estén llenas de diatribas de los Profetas Judíos en contra de los enemigos Cananeos de Israel y la influencia de los demás pueblos Semitas –hoy genéricamente englobados bajo el gentilicio de «Árabes»– de Israel: su religión. El culto de los antiguos pueblos del Medio Oriente se sustentaba en divinidades astronómicas y de la fertilidad (de ahí que el monoteísmo Judío en torno a Yahvé sea tan discordante y ajeno al entorno en el que se desarrolló y, esto, para los que somos creyentes sea prueba misma de su origen revelado). Deidades solares como Marduk, de la flora y la agricultura como Astarté, del caos primigenio como la dragona Tiamat y su esposo, el demonio Kingu, de quien  provino el coágulo de sangre del que fue creado el ser humano (mito que pervive en el Corán), el dios de la realeza: Shamash… para referirse a todos estos númenes, se les invocaba con el título de «Baal», que quiere decir «amo» o «señor»; el principal de todos, el Padre de todos los dioses semitas, era conocido como Baal-El, pero también se contaba con el «Señor de las Moscas», dios de la muerte: Baal-Tzebub o Belcebú, y en diferentes regiones, además, se contaba con dioses particulares, como en Emesa, el meteoro negro caído del cielo (como la piedra negra de La Meca) y adorado como representación misma de El-Aga-Baal, del que fuera devoto después el Emperador Severo Heliogábalo, a inicios del siglo III.

Entre los Fencios, Cananeos y Amorreos, vecinos de los Hebreos, se contaba así con un Baal muy particular y cuyo culto llenaba de horror, más que el extravagante, y aceptable para los itálicos, dirigido a las otras deidades: Moloch; representado como una figura antropomorfa sentada en un trono y con cabeza de toro, a este dios que representaba al fuego, la fuerza primigenia y la fertilidad masculina encarnada en el bóvido, se le rendía un culto horrendo: el sacrificio humano de bebés recién nacidos o con pocas semanas, que además eran muertos de  forma por demás espantosa: la estatua de Moloch era generalmente de bronce, y se le encendía un fuego en su interior que se avivaba hasta que la escultura estuviese al rojo vivo, entonces, el niño era colocado en los brazos del ídolo,  en otros casos, era introducido en sus fauces, muriendo incinerado lenta y dolorosamente. Los gritos y llantos del bebé eran tapados por la estridente música y cantos que se entonaba por la concurrencia, que además danzaba, entregada a un culto orgiástico.

Bien sabemos que los Romanos no eran precisamente humanitarios y delicados; incluso, es sabido que en los misterios dedicados a Artemisa/Diana en Éfeso, y recordando el sacrificio hecho por Agamenón de su hija Ifigenia para pedir vientos favorables hacia Troya, se llegaban a hacer sacrificios humanos y que los combates de gladiadores tenían también un sentido religioso, o que al terminar las ceremonias triunfales, los jefes de los vencidos eran ejecutados en el templo de Marte Vengador, lo que era una especie de sacrificio del enemigo cautivo al dios de la guerra, pero nada de eso se comparaba a la muerte tan cruel que se daba a un inocente como un niño recién nacido; muchas veces hijo del oferente del sacrificio: cuando las legiones romanas sitiaban Cartago hacia el desenlace de la III Guerra Púnica, los guerreros romanos contemplaron espantados ante la desesperación y lo que no dudaron de calificar como perversidad, de los líderes púnicos sacrificando a sus hijos pequeños a Moloch para pedir la victoria sobre sus acérrimos enemigos. Esto solo reafirmó en ellos la convicción de que debían destruir por completo a aquel pueblo que era capaz de matar a sus propios hijos en las aras de una deidad siniestra, a la que identificaron con Cronos/Saturno, devorador de sus propios hijos.

El culto a Moloch, junto al de Baal, sin embargo sobrevivirían en Líbano y Siria, pero poco a poco fue abandonado ante la romanización; su supresión definitiva se dio con la caída de Palmira ante el Emperador Aureliano, en la segunda mitad del siglo III, quien la primera orden que dio fue destruir el templo de Baal como símbolo de abominación, cuyo imponente arco central se ha mantenido en pie hasta que el ISIS lo dinamitó en un atentado contra la Historia y la cultura, sin olvidar que Alá, el dios de los musulmanes, no es otro que Baal-El maquillado en un monoteísmo evolucionado del paganismo original.

 Si Elías y Escipión, con unos 600 años de distancia entre ellos coincidieron en la implícita maldad del culto a tal ídolo, es por el terrible impacto que tenía la celebración de la muerte de niños inocentes dados en sacrificio, lo que llevó también a que los profetas del Antiguo Testamento, y posteriormente, los Padres de la Iglesia, no dudasen en identificar a Baal y a Moloch, entre otros, como verdaderos demonios y no seres ficticios o legendarios producto de la especulación religiosa de pueblos primitivos, de simbolizar a las fuerzas naturales o de divinización de héroes del pasado como ocurría con los Grecolatinos.

Toda esta Historia viene a cuento por que, hace unas semanas, entre las revelaciones hechas por Wikileaks de las comunicaciones realizadas por Hillary Clinton como Secretaria de Estado del Gobierno de EUA, no a través de un servidor oficial encriptado, sino por conducto de un proveedor particular, lo que constituiría en sí una violación gravísima que debería llevarle a enfrentar responsabilidades y a quedar fuera de la carrera presidencial, se filtró un correo electrónico en el que habla de hacer un sacrificio a Moloch

Veamos el texto causante de la polémica:

«With fingers crossed, the old rabbit’s foot out of the box in the attic, I will be sacrificing a chicken in the backyard to Moloch . . .»

El texto alude a diferentes prácticas o acciones de cábala o que supuestamente traen buena suerte: cruzar los dedos, lo que en México coloquialmente llamamos «hacer changuitos», sacar la pata de conejo que estaba guardada en una caja en el ático, y después, sacrificar, en el patio trasero, un pollo al dios fenicio. Esto dentro de una conversación vía correo electrónico en torno a la postura a asumir sobre el intento de golpe de Estado por el Presidente de Honduras Manuel Zelaya  con el que quiso entrar al «Eje Bolivariano» y, a través del populismo, perpetuarse en el poder como lo habían logrado ya para entonces, en el año 2009, Hugo Chávez y Evo Morales; lo cual fue desactivado por las propias instancias hondureñas, como el Poder Judicial, la Legislatura y el Ejército, que se negaron a secundar al rico terrateniente devenido en mesías de los pobres, en su aventura autoritaria.

No nos debe extrañar, por otro lado, este tipo de prácticas entre los políticos. Estos son una especie altamente supersticiosa debido a las enormes presiones, responsabilidades y ambiciones que se abaten sobre ellos o despliegan, y viene desde muy antiguo el que sigan determinadas creencias mágicas –no solo religiosas– para procurarse la buena fortuna, sea el éxito en sus disposiciones, sea la victoria en la guerra sobre sus enemigos o la destrucción de aquellos que les envidien y deseen arrebatar el poder. La misma Biblia que nos trae testimonios de primera mano de la Antigüedad, desde la Edad de Bronce así nos habla de cómo los reyes babilonios acudían a adivinos y astrólogos, en la Mitología Griega y en la Historia Romana conocemos la importancia del Oráculo de Delfos, la consulta a los auríspices que examinaban las entrañas de las víctimas de sacrificio o que pretendían saber el futuro acorde al vuelo de aves, el propio Saul, Rey de Israel, incurrió en pecado al demostrar poca fe en Dios al acudir a una adivina cananea y preguntarle por el futuro.

El propio Napoleón tuvo en nómina a Mademoiselle LeNormand, una tarotista, y se dice que Ronald Reagan, o más bien su esposa Nancy, contaba en su staff con una astróloga. Pero ha habido quienes se han atrevido a más; si desde 1776 tenemos que EUA ha sido gobernada por miembros de las más diferentes sectas o logias de la Masonería, sean del Rito Yorkino, o del Rito Escocés, o Rosacruces, o miembros de la Skull and Bones Society y de la más tenebrosa, y ligada por los conspiracionistas al culto a Moloch, la sociedad llamada Club Bohemia, Bohemian Groove. De igual forma, ocultistas o satanistas como Alistair Crowley estuvieron al servicio de gobiernos y grupos –se dice que un Churchill desesperado durante la oleada de bombardeos del «blitz» se hizo cliente de este último, quien le «vendió» la idea de hacer con los dedos la «V» de la victoria para atraerla y elevar la moral del pueblo británico, aunque Crowley, previamente, parece que tuvo que ver con los grupos esotéricos detrás del Nazismo.– Y detrás de los Nacionalsocialistas alemanes hubo mucha influencia de grupos deseosos de restaurar el paganismo nórdico. Las SS, por ejemplo, se estructuraron por Himmler como una verdadera secta religiosa en torno a ello.

Sin embargo, hablar de Moloch no es poca cosa y no cuadra con las otras supersticiones de las que habla en el mail que, se puede decir que son inocentes; en cuanto al sacrificio de un pollo, es sabido que en la brujería tradicional se sacrifican gallinas o pollos de plumaje negro a deidades paganas o de plano, a demonios.

Esto nos puede indicar, efectivamente, la vinculación de la Clinton con algún grupo ocultista o su creencia personal en hechicerías y neopaganismos; lo cual no resulta tan inócuo como podría parecer. Si la Clinton es abanderada de toda la tendencia que existe desde la década de los 90 de la hipersexualización de la vida humana como parte de la «Ideología de Género» de la que es principal representante, y a la vez, una gran impulsora del aborto a nivel mundial… ¿no estamos ante una búsqueda de implantar la doctrina o acciones que recuerdan al culto fenicio en nuestros días? ¿No es el aborto una práctica tendiente también a la muerte del inocente, ya no en un ídolo-horno-altar de bronce, sino en el aséptico ambiente de un quirófano, pero igualmente asesinado al ser quemado en una solución ácida y no en llamas?

Se habla de la vinculación de la clase política norteamericana –incluyendo al matrimonio Clinton, pero también a los Bush, hoy por hoy las familias en el poder más importantes de EUA– al llamado Club Bohemia, y que anualmente celebran reuniones que incluyen sacrificios y orgías. Esta agrupación tiene su lugar de reunión y culto al norte de San Francisco, en el estado de California, destacando un enorme altar con una silueta de un búho hecha de concreto para parecer una formación rocosa, y hasta eso, se ha logrado sacar de ellas imágenes o testimonios de gente que, evadiendo la seguridad, ha logrado llegar al punto; aquí algunas imágenes que circulan en Internet:

 

La ceremonia arriba representada es la «quema de las preocupaciones» una especie de parodia donde los «sacerdotes» del club queman a un muñeco que simboliza las preocupaciones que los importantes personajes que son miembros del club quieren abandonar al entrar. Al club solo pueden pertenecer hombres, aunque ha habido algunas mujeres con carácter honorario, por cierto, y se habla que así como se llevan a cabo conferencias sobre temas de actualidad –algo similar a las reuniones del Club Bilelberg– y actividades recreativas como representaciones teatrales y musicales, también se dan orgías de carácter homosexual… quizá sea más leyenda que realidad; como, por ejemplo, y como decíamos líneas arriba, se dice que este club es un culto alrededor de Moloch; sin embargo, y pese a lo que dicen los conspiranóicos, no existe en la iconografía antigua dato alguno que lleve a concluir que el búho es representación de Moloch, quien más bien, era representado como el toro o famoso «becerro de oro». El búho en cambio, es representación de la diosa grecorromana Palas Atenea/Minerva, representando la sabiduría; por otro lado, la ceremonia más bien tiene un carácter paródico antes que de sacrificio real, aunque por las imágenes, no deja de ser impactante, pero es, antes que nada, una puesta en escena.

Eso no quita que, al igual que el caso del Bildelberg, las reuniones del club Bohemia no tengan importancia o trascendencia en la toma de decisiones por la clase política y empresarial de nuestro vecino del norte y que lo que ahí se hable no llegue a tener repercusiones mundiales; por supuesto, siempre se ha dicho que las decisiones importantes no se toman en las oficinas, sino en ambientes más informales y relajados. Al escritorio se llega ya todo previamente consensado y acordado.

Y de cualquier modo, la revelación hecha por la Clinton sobre sus supersticiones nos lleva a pensar ¿de qué forma las creencias particulares del político nos influyen como sociedad? ¿los valores o principios en los que haya sido formado o vicios y prejuicios que tenga? ¿Qué se puede esperar de alguien que sacrifique al menos pollos a un dios de culto siniestro del antiguo Medio Oriente, detestado y rechazado como inhumano desde aquellos tiempos?

Y volvemos a preguntarnos: ¿en manos de quiénes estamos?

¿QUÉ QUIERE REALMENTE GEORGE SOROS?

Uno de los personajes favoritos de los conspiranóicos es el economista y financiero húngaro de origen judío George Soros; que junto con los Rotschild y los Rockefeller (a estos últimos, que son anglosajones de pura cepa y Cristianos Bautistas se les achaca siempre ser Judíos) conforma algo así como el «top»de los constitutivos del «poder en la sombra»a los que se acusa de todos los males que asolan la Tierra. Es cierto que el poder empresarial y financiero sigue siendo uno de los principales poderes fácticos que influyen sin duda en la toma de decisiones por parte de los gobiernos; más en una época en que el punto prioritario de las autoridades, como ha sido desde los años 90 es el resolver la cuestión económica: productividad, competitividad, comercio, ganancias. Sin duda los empresarios y financieros quieren condiciones idóneas para maximizar todos estos elementos y en mucho lo han logrado.

Soros es un sujeto a la par interesante y polémico desde sus antecedentes: pese a que los teóricos de la conspiración lo asocian con el Sionismo, Soros no se identifica como Judío, sino que prefiere referirse a él como Húngaro, Británico o Estadounidense (nacionalidades que ha adquirido, la primera por nacimiento, las segundas por naturalización) e incluso es denostado por los hebreos, quienes le acusan de haber sentado las bases de su fortuna aún siendo niño y a base de delatar a sus correligionarios a las autoridades Nazis de ocupación en Hungría a cambio de inmunidad para su familia y de dinero.

Aunque se pretende que él es el cerebro detrás de muchas fuerzas y políticas mundialistas, desde la ideología de género hasta las Primaveras Árabes, las Revoluciones de Colores en el espacio postsoviético, etc., la realidad es quizá mucho más prosaica: Soros no es más que un apostador sin escrúpulos, un jugador y un oportunista al estilo del Gordon Gecko creado por Oliver Stone e interpretado genialmente por Michael Douglas que, eso sí, busca apostar a lo seguro estudiando previamente la situación que se presenta en el ámbito económico y financiero; y por supuesto, esto lo lleva a tener influencia, y como teórico de la Economía también ha publicado cierta obra con sus, por demás acertados análisis, siendo lo suficientemente lúcido como para denunciar los puntos de crisis de la globalización y de la política norteamericana… y a la vez lo suficientemente astuto como para sacar provecho de ello. Así, Soros predijo la crisis del endeudamiento en EUA y los problemas del Euro en sus libros La Crisis del Capitalismo Global y La Burbuja de la Superioridad Estadounidense, La Tormenta Financiera Tiempos Inciertos, excelentemente escritos y en los que el magnate demuestra ser un agudo analista, un frío calculador que de esta manera sabe cómo tomar sus decisiones en el casino del mercado financiero global.

La prueba de esto radica en su reciente cambio de postura: de ser un impulsor de la Globalización, ahora ha salido a denunciar el fracaso de la Unión Europea y sus enormes fallos, en particular la política migratoria que condujo a abrir las fronteras a las masas de refugiados y la sobrerregulación que ha restado libertades a los europeos, entendiendo el Brexit como una respuesta a un esquema disfuncional que ha fallado rotundamente… y a la vez, se benefició de la caída de la Libra Esterlina: aunque, según aduce, no directamente de ella, sino de fondos de inversión en el Banco Central Alemán que se vio afectado, evidentemente, por la revolufia del Euro tras el golpe del Brexit. Ya anteriormente en 1992, Soros se forró con $1,000 millones de dólares de la última caída de la moneda británica anterior al viernes pasado. Entre tanto, los otros grandes billonarios del mundo, como Slim, Gates, etc. tuvieron pérdidas cuantiosas al saberse los resultados; con excepción del amo de los medios británicos y dueño también de FOX: Rupert Murdoch, que congruente con sus posturas conservadoras, siempre se manifestó favorable a la salida de Ingleterra del bloque.

De un  de repente, parece arrepentido de la vertiente hacia el «progresismo» y sus ideas de «sociedad abierta» que le había llevado incluso a financiar una ONG favorable a la migración de refugiados; hoy, pontifica condenando ya a muerte a la Unión Europea; hoy se sube al carro de los ganadores del referéndum y considera que el bloque ya se encuentra tocado en forma irremediable y achaca a la cuestión migratoria y al burocratismo de Bruselas la causa del derrumbe de la Unión.

Esto lleva finalmente a ver que Soros no ha manipulado nada, sino se encuentra siempre a la expectativa y a estudiar las tendencias o los pronósticos de la evolución de las situaciones; navega según las corrientes de la política y de los mercados, según convenga; no tiene escrúpulos ni los tendrá, ni tampoco ideología o principios; como convenía a sus negocios, se había ido por las vertientes progresistas y liberales, pero ahora, como ve que las aguas cambian de sentido, se pone del otro lado, y ahí se mantendrá, mientras aquello le genere dividendos.

BREXIT!-PARTE 2: CONSECUENCIAS

1.-Las reacciones:

Antes y después del referéndum, las predicciones sobre el futuro de Gran Bretaña y aún del mundo sobre las consecuencias que tendría la salida de la isla de la Unión continental rozaban y rozan lo apocalíptico… por supuesto, dichas predicciones provienen de los derrotados y quienes han sido los principales beneficiarios del estado de cosas: la farándula inglesa, sin duda una de las grandes fuerzas culturales y económicas con las que aún cuenta el reino desde los años 60 se ha manifestado con luto, lo mismo los intelectuales, economistas y escritores; incluso, han llegado hasta el insulto, al grado de calificar de «analfabetos», «ignorantes», «iletrados económicos» a los ciudadanos que ejercieron su derecho a decir «NO».

No nos debe extrañar, en primer lugar, son los de la Izquierda y los «progresistas» quienes en nombre de la «tolerancia», «diversidad» y «no discriminación», terminan siempre por etiquetar a las personas y a denostar a quienes no piensan como ellos, y en este caso, se trata de gremios que han sido beneficiados por la Globalización a la que perciben ahora como resquebrajándose ante los resultados de la votación. Hugh Laurie, Gerard Butler, Daniel Radcliffe, James McAvoy y demás histriones británicos no inundarían a Hollywood de no ser por la mundialización, aunque también deberían darse cuenta que el cine británico no produce el mismo número y calidad de películas que el de EUA debido a las cuotas y subsidios gubernamentales que recibe pese a su inmenso potencial y la enorme cantidad de talento que posee, además de los corsés políticos e ideológicos que se le imponen a sus realizadores (mismo caso que en España y que poco a poco, desde Obama, se está imponiendo en EUA), todo para complacer las regulaciones y políticas de «fomento a la cultura» o a «la diversidad» «el medio ambiente» y demás que se fijan en Bruselas, claro que, por supuesto, esta situación beneficia a realizadores y actores que reciben financiamiento público para proyectos domésticos o para asociaciones, fundaciones, ONG’s y demás que sirven tanto para hacerse publicidad como para deducir impuestos; de ahí que gustosos, los faranduleros -lo que incluye también a la constelación de músicos británicos- apoyen a la Unión y coman gustosos del pesebre y, a cambio, sean corifeos de las bondades del bloque.

También no es de extrañarse que una escritora de bodrios como la escocesa J.K. Rowling proteste vehementemente contra quienes votaron contra la unión, después de todo, los bajos estándares culturales del mundialismo y la publicidad global hacen que tenga más éxito y sea más leída que Cervantes, Shakespeare u Homero. Igualmente, cantan alabanzas a las medidas burocráticas emanadas de Bruselas.

Y del sector financiero ni se diga, es el más afectado, puesto que la City de Londres, como ya anteriormente lo expuse en mi primer blog, se ha convertido en un «paraíso fiscal» donde han llegado capitales no solo provenientes de otros países comunitarios, sino del mundo islámico, de la India, Rusia o China, –HSBC, el gigantesco y controversial banco asiático tiene su sede en la capital inglesa– por lo que la entrada de un gobierno con una perspectiva nacionalista que buscaría de una vez terminar con la ridícula vigencia de leyes promulgadas por Enrique II en el siglo XII pensadas en su tiempo para fomentar ferias de mercaderes, y que han servido actualmente para proteger y eximir de responsabilidades a usureros y lavadores de dinero.

Pero también los medios de comunicación principales, -los mainstream– y no solo en Inglaterra, donde hay que decirlo, desde el Telegraph, el Guardian y hasta el tradicionalmente «progresista» Independent, se comportaron de manera objetiva al respecto al presentar opiniones diversas con pros y contras ante el referéndum, muestra del alto nivel del periodismo británico que ya quisiéramos en México, han lamentado casi con alaridos la decisión tomada por los votantes ingleses, llegando hasta calificar, en los diarios de Grupo Milenio aquí en México, como «las horas más tristes para el Reino Unido«. Incluso el caricaturista Paco Calderón, tradicionalmente conservador y crítico de la Izquierda o del «Progresismo», despotrica contra la decisión y la califica como algo visceral, propio de los viejos contra los jóvenes (típico cliché de la modernidad: los jóvenes serán la fuerza del cambio, son el futuro, siempre tienen la razón pese a no tener experiencia, faltarles formación y madurez… muy diferente a la idea que se tiene de ello en China), además que al colocar a Felipe II de España al mismo nivel que Napoleón o Hitler como «déspota», comete una inmensa injusticia histórica y demuestra enorme ignorancia que le hace tragar la «leyenda negra» generada por los Ingleses contra el Rey Prudente y en la que ya ni ellos mismos creen.

Sabemos bien que los medios en México están vinculados con muchos intereses ajenos a los que deberían ser nacionales, pero son los del dinero (como los de Slim) y ejercen de porra a favor de Hillary Clinton en el proceso electoral estadounidense, son partidarios de la ideología de género, del homosexualismo político y de la eugenesia, de la drogadicción como modo de diversión válido aunque sea en realidad una forma de idiotizar y adormecer a los jóvenes por los que tanto se preocupan, del ateísmo y un cientifismo superficial e ignorante, que reducen la palabra «diversidad» a una serie de fetichismos, perversiones y gustos sexuales según los cuales clasifican a las personas y le dan importancia pública, mientras promueven la uniformización del modo de vida de la gente según los modelos que nos da el cine y la TV norteamericanas, para luego derramar lágrimas de cocodrilo por la pérdida de tradiciones, lenguas y pueblos autóctonos; todos ellos elementos del discurso de la Unión Europea y de los grandes poderes económicos y empresariales que han sido los grandes beneficiarios de la Globalización.

Todo esto hace que no se vea que, en realidad, para las generaciones de ingleses que ya median entre los 70 y 35 años, la experiencia de pertenecer a la Unión Europea ha sido desastrosa y no les ha redituado beneficios, mientras que los jóvenes se decantaron por seguir en el bloque porque son estómagos agradecidos del pienso hedonista y de subvenciones que las autoridades comunitarias gustosamente les brindan, en pocas palabras, y como asentirían los sabios chinos: son manipulables.

Así que ahí entendemos las reacciones.

2.- El Futuro del Reino ¿Desunido?

Los celtas del Ulster y de Escocia, conducidos por sus nacionalistas, jugaron bien y votaron masivamente por mantenerse en la Unión Europea; como dije en el post anterior, esto es una apelación nueva al continente como desesperadamente lo hicieran en el siglo XVIII  y en 1916 ante, la que hay que reconocer, brutal estrategia de dominación anglosajona sobre ellos.

Sin embargo, en Inglaterra la mentalidad ha cambiado: si en los años setenta se luchó denodadamente contra el violento y cruel separatismo insuflado por el Sinn Feinn y el IRA en el norte irlandés y se menospreciaba como algo folklórico el separatismo de Pictos y Escotos en la antigua Alba, quienes por otro lado, habían dado muestras de lealtad a la corona en las Guerras Napoleónicas y en las dos Mundiales, hoy en día los anglos parecen entre resignados, cuando no hasta ansiosos por que la union jack se desmantele y vuelva a ondear sola la cruz de San Jorge como fuera en las Cruzadas con Ricardo I Corazón de León.

Finalmente Irlanda y Escocia son zonas subdesarrolladas y constituyen lastres para Londres. A menudo comparo la situación de ambas regiones con Chiapas y Oaxaca en México: después de todo, los Celtas son la raza indígena de Europa y de las propias islas británicas: Escoceses, Galeses e Irlandeses son los últimos de una serie de pueblos que antiguamente se extendían por toda Europa y hasta llegaron a Asia Menor en la Epoca Helenística (Galos, Lusitanos, Helvecios, Celtíberos y Gálatas por ejemplo, fueron exterminados o integrados por los Romanos, lo mismo que los Bretones, destruidos finalmente por los Anglosajones al invadir la isla en el siglo V, pese a la resistencia organizada por el romano Quinto Flavio Artorio, mejor conocido en las leyendas como el Rey Arturo), son por tanto, tan indígenas como los Zapotecas o los Mayas aquí en América, y como ellos, se sienten acreedores de una deuda histórica, piden subvenciones, privilegios fiscales, programas sociales y se sienten perpetuamente víctimas, exigiendo a los gobiernos la solución de todos sus problemas sin ellos poner nada de su parte.

Pese a las zonas industriales de Glasgow o Belfast, los Celtas tienen altas cotas de desempleo, tienen ingresos más bajos y un nivel de vida inferior a Ingleses y aún a sus hermanos de raza Galeses. Para los contribuyentes Ingleses, se trata de haraganes y conflictivos, y en el caso de los Irlandeses, de un peligro latente de que regresen a las andadas terroristas, además de ser en general muy proclives al conflicto dada la división tanto entre Escoceses como Irlandeses del norte, entre Católicos y Protestantes, estos últimos -quizá a partir de ahora, ya no tanto- leales a la corona como lo manifestaban en los desfiles de la Orden de Orange en Belfast, o se percibe en las incontables broncas entre jugadores y aficionados del Celtic y del Rangers en Glasgow. Además, el peso económico que aportan al PIB británico es mínimo comparado con lo que aporta Inglaterra que sigue siendo, con sus zonas industriales en Londres, Manchester, Sheffield o York, sus finanzas y sus puertos como Liverpool, Plymouth, Bristol o Porthsmouth donde se centra la generación de riqueza y la educación gira en torno a sus grandes universidades y no en los yermos helados y ventosos escoceses, que más bien vienen a ser barriles sin fondo donde se consumen enormes recursos en forma de ayuda gubernamental.

La realidad es que la mayoría de los Ingleses quieren escuchar Erin go bragh! Alba gu brath! y que los celtas decidan continuar a bordo del Titanic comunitario, y que el deber de subsidiarles su manutención pase a los Alemanes, -quienes se han hecho cargo de mantener como territorios vasallos a la esquilmada Europa Oriental y han abusado inmoralmente de los Griegos- sería en realidad deshacerse de peso muerto y de problemas que ya tienen siglos sin solución.

Por cierto, en relación a la industria de la bebida nacional escocesa, el whiskey, éste pasaría a manos no de los celtas, sino a ser una inversión en el extranjero de los odiados sassenach, puesto que desde el siglo XIX, y aunque algunas marcas conserven los apellidos gaélicos de los fundadores, la producción y comercialización del «agua de vida» está en manos de consorcios basados en Londres y presididos por anglosajones, si no, pregúntenle a John Walker…

3.- ¿Aislamiento?

 

aislamiento

Los medios parecen presentar que, una Inglaterra que volviera a sus fronteras de inicios del siglo XIV, sin Escocia ni nada de Irlanda, y excluida de la Unión Europea se convertiría en una especie de Cuba europea, lo cual, en el mundo de hoy es imposible, tanto que hasta la isla caribeña se está abriendo al comercio global ante el retiro de sanciones por EUA; y es de dudarse que Nigel Farage o Boris Johnson tengan un proyecto político similar al de la familia Kim norcoreana.

Inglaterra tendría muchísimas opciones:

Primero: El divorcio con la Unión Europea no significa que, en el periodo de salida del bloque no se negocie un acuerdo de libre comercio con éste.

Segundo: Podrá potenciarse a la Commonwealth donde Inglaterra cuenta con grandes potencias emergentes que vendrían a volverse socios de primera importancia: Australia, la India, Canadá o Singapur, por ejemplo. Aunque el gigante infantil de América esté gobernado por un «progresista» extremo como Justin Trudeau y en Inglaterra lleguen al ministerio partidarios del conservadurismo y tradicionalismo como los mencionados Farage y su partido UKIP o Johnson y el ala más conservadora de los Tories, es muy difícil que el francocanadiense cometa la locura de romper con la Comunidad Británica y proclame la república, lo mismo en Australia, por más presiones que se ejerzan de los lobbies y de un EUA que sienta que un ministerio de orientación nacionalista se aleje de la «relación especial» entre la antigua colonia y su metrópoli; sería casi suicida, mientras que los hindúes verían en Inglaterra un vasto campo para multitud de relaciones económicas comerciales a aprovechar.

Tercero: Sin el lastre de tener que preguntar a Bruselas, Inglaterra podría negociar tratados comerciales e intensificar su comercio con Rusia -uno de los grandes ganadores del Brexit– Latinoamérica, Africa, China y hasta con EUA. Como vemos, más que quedar encerrada en sí misma, la monarquía sajona tendría mucha mayor libertad para relacionarse con el mundo.

4.- El Fracaso de la Unión Europea:

Eurozona

Lo que en general provocó o influyó en mucho en los votantes ingleses fue el evidente fracaso de la Unión. Es muy simple, incluso va hacia las intenciones de sus fundadores; estos fueron principalmente, el Canciller de Alemania Occidental Dr. Konrad Adenauer, el Primer Ministro francés Robert Schuman, y su ministro de economía Jean Monnet, así como el Primer Ministro italiano Alcide de Gasperi. Todos ellos tenían un denominador común: eran católicos, y a excepción de Monnet, quien no fue sino hasta su vejez que regularizó su situación matrimonial y se volvió devoto, lo eran en forma acendrada, a grado tal que en torno a Schuman y a de Gasperi han surgido movimientos que han promovido procesos de beatificación para ambos.

Incluso, como nos lo narra el reconocido periodista e intelectual católico inglés (y partidario del Brexit) Damian Thompson, el proyecto de unidad que se concretó con la Comunidad Europea del Carbón y el Acero y luego con el Tratado de Roma, impulsado por estos estadistas, estaba influido por el pensamiento tanto del Papa León XIII como de Jacques Maritain, el pensador católico que más influyó -para bien o para mal- en la Iglesia durante el siglo XX. La intención final del proyecto de unidad no era crear un «bloque supranacional» ni una especie de Estados Unidos de Europa como llegara a proponer, irónicamente, Winston Churchill, sino aprovechar las relaciones económicas para generar una situación de interdependencia entre las potencias europeas, y en especial entre aquellas que desde 1870 eran los causantes de todos los conflictos en el continente: Francia y Alemania, para lograr mantener la paz: en este esquema, Alemania no buscaría someter a sus vecinos galos porque necesitaba de sus productos o servicios y viceversa, y lo mismo los demás; se pondría así fin a una serie interminable de luchas y rivalidades entre los más poderosos del continente que existía desde el siglo XVI cuando España se encumbró sobre los demás.

La inspiración cristiana quedó más marcada con la bandera misma de la Unión, la corona de 12 estrellas está inspirada en un vitral de la Catedral de Estrasburgo:

De forma que aparte de simbolizar a los 12 Estados miembros originales de la Unión se invocaba a la protección de la Virgen María, en la idea del autor de la bandera, el pintor francés católico Arséne Heitz.

Supongo que, desde el cielo, la cara de Adenauer y Schuman debió ser de espanto cuando vieron a sus sucesores Angela Merkel y Françoise Hollande presidir la inauguración del túnel de San Gotardo hace unos días:

 

Espeluznante, ¿no? De verdad que si yo voy alguna vez a Europa evitaré entrar a ese túnel; y espera mantenerse uno escéptico ante las teorías de la conspiración… la verdad es que muchos de los actuales líderes están metidos en Masonerías y ocultismos, y son altamente supersticiosos, como también ha quedado demostrado con el correo electrónico filtrado en el que Hillary Clinton deja ver el culto que rinde al antiguo dios fenicio Moloch, así que no es de extrañarse esto. Lo que sí, esta traición tan enorme a los principios de los fundadores,  no debe ni puede ser interpretada sino como fracaso, para empezar. Hoy en día, la Unión Europea es sin duda un polo de descristianización, donde se busca arrinconar al Cristianismo fuera de la vida pública mientras se abren las puertas al Islam.

Pero además de este fracaso (¡uno más! aunque el mayor quizá sea el propio Concilio Vaticano II) del pensamiento Demócrata-Cristiano de Maritain y demás, se encuentra algo que impacta directamente en lo material de cada europeo: la crisis del Euro, misma que ha sido el detonante de lo que estamos viendo; porque lejos de que se crea que el Brexit es o será causante de una crisis económica sin precedentes, la realidad es que se trata de un síntoma o una consecuencia de lo que se estaba dando en el bloque desde el 2008 y que terminó por estallar con la crisis griega: la moneda única ha sido un error tremendo, y si bien Inglaterra no se encuentra dentro de la unión monetaria, también lo es que con su PNB contribuye a sostener la economía de todo el conjunto, la cual es sustento del Euro: pero por ello es que el contribuyente inglés resiente el pago de subsidios a las economías ineficientes o menos desarrolladas de Grecia o Polonia que sin embargo están en la zona de la moneda única, y en realidad, se está contribuyendo a que sea Alemania la potencia dominante al ser la economía más poderosa del continente.

Esto había sido previsto por Margaret Thatcher, quien en 1990 se oponía a la reunificación alemana, pues tenía claro que Alemania de inmediato se lanzaría a la búsqueda de la hegemonía continental sin los contrapesos ruso y occidental que habían mantenido a Alemania Occidental en cierta forma controlada pese a su potencia económica, y en efecto, los germanos promovieron la expansión de la Unión hacia el este, recibiendo a países en situación económica deteriorada tras cuarenta años de comunismo castrante y estéril a fin de contar con su área de influencia con mano de obra barata y mercados cautivos; finalmente, los alemanes del oeste tendrían que subsidiar el desarrollo de la parte oriental, saqueada y destrozada por gentuza como Hönecker y adláteres y la ocupación soviética; pero para estabilizar a Europa del este y aprovecharla, necesitaría no solo aplicar fondos ella, sino que los demás países desarrollados del oeste cooperaran, y así ha sido desde entonces. De igual manera, Alemania estimuló el nacimiento del Euro, del cual es el principal sostén y conductor desde su banca en Fankfurt.

El hecho es que el pueblo inglés, y también gran parte del español, fancés, holandés y otros, se están dando cuenta que todo ha sido para mantenerle a flote el negocio a los germanos, cuya ambición ha sido una de las principales causas de que de ser un área de libre comercio esto haya degenerado en un intento de Estado federal con una regulación y una policía del pensamiento propia de los tiempos soviéticos.

5.- Efecto dominó:

Si ya para el año 2000, ante la inminencia de la Unión Monetaria se difundieron estos afiches en España, imagínense hoy cómo han aumentado y se han fortalecido los «euroescépticos», no solo en el país ibérico, sino en el resto del continente tras los resultados del Brexit, ciertamente, en las elecciones generales de este domingo, celebradas en España, no ganó Podemos –afortunadamente, porque, aunque euroescéptico, el partido de Pablo Iglesias esconde detrás intereses oscuros del Chavismo venezolano, de Irán y Rusia- sino que se le concedió un tercer mandato consecutivo al Partido Popular y a Mariano Rajoy, quien está más que comprometido con el proyecto europeo, en una línea similar a la que tenía el derrotado Cameron en Londres.

La Unión Europea era como una torre del popular juego de mesa «jenga», al sacar una de las tablillas, el resto del edificio empieza a tambalearse y guarda por ahora un equilibrio precario.

La victoria del referéndum que fue postulada por un partido político de reciente aparición: UKIP Partido por la Independencia del Reino Unido, liderado por Nigel Farage, y por el ala más conservadora de los tradicionalmente llamados Tories, dirigidos por Boris Johnson, quien siendo alcalde de Londres ejerció como opositor en casa al gobierno de David Cameron que no ha resultado nada conservador, sí «progresista» y totalmente europeísta. Como siempre, por parte de los medios, de los intelectuales, farándula y demás élites parte de la intelligentsia, si aparece alguien defendiendo la identidad nacional en contra del mundo globalizado, si se defiende la necesidad de contar con principios morales, si se reconocen las raíces cristianas de Occidente, si se habla de los riesgos de la migración descontrolada y del peligro del Islam radical anidado en las comunidades de dicha procedencia enquistadas a su vez en Europa, de inmediato es etiquetado como «extrema Derecha» y como «neonazi», «xenófobo» y «racista».

Es cierto: el nacionalismo fue fuente de las grandes guerras europeas, en especial desde Napoleón y hasta la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, como hemos dicho, la idea original de la formación de las comunidades europeas radicaba en generar interdependencia como seguro contra la rivalidad entre las potencias europeas por tener intereses compartidos, no en la desaparición de las identidades nacionales y de los propios Estados, la renuncia a las propias culturas, raíces y costumbres para generar un espacio neutro, antiséptico, monocromático y cuadrado como es la cultura estadounidense a fin de servir de terreno para el multiculturalismo, convertido en necesario para aceptar a los inmigrantes sin los cuales las industrias y el sistema de pensiones, se quedaría sin quién los nutriera ante una natalidad bajísima y escasos jóvenes en edad productiva, lo cual es consecuencia de la entrada masiva de las mujeres al mundo laboral y el rechazo a fundar familias y tener responsabilidades que quiten el tiempo a los logros profesionales, a los viajes y a la diversión.

 Todo esto ha propiciado el ascenso en los últimos años de opciones políticas que se centran en la defensa de las identidades nacionales y culturales, del rescate de los valores tradicionales y poner límites a la migración: los casos más relevantes, además del UKIP, son del Front Nationale en Francia, Amanecer Dorado en Grecia, el Partido por la Libertad en Holanda, de Geert Wilders, el Partido de la Libertad austriaco, el partido Alternativa para Alemania, y los ya en el poder Unión Cívica Húngara de Víctor Orbán y el Partido Ley y Justicia en Polonia de Beata Szydlo, la actual Primer Ministro. Incluso desde la Izquierda aparecen movimientos euroescépticos, como Syriza, en el poder en Grecia, y el mencionado Podemos en España. Hoy todos estos grupos y partidos con un cada vez mayor apoyo popular, ante los resultados de la votación en Reino Unido, piden la celebración de referéndums en sus países para plantear la salida de la Unión Europea; en algunos casos, ciertas encuestas parecen augurar un resultado similar a favor del desmantelamiento del bloque, como en Francia, donde solo un 38% del electorado está a favor del mantenimiento de la Unión.

Todos esos movimientos encarnan el descontento con una Unión a la que ven encarnada en una élite de burócratas parasitaria, donde se refugian políticos descartados en sus países de origen, como es el caso actual de Donald Tusk, ex-Primer Ministro polaco y que salió por piernas de Varsovia acusado de no defender el interés nacional del país eslavo, sino de favorecer a Alemania y debilidad ante la amenaza rusa, que ven en el Euro un desastre o que temen a la hegemonía germana a cambio de perderlo todo, como pasó con República Checa, convertida en un prostíbulo o mero centro turístico despojado de sus industrias que han pasado a poder de consorcios alemanes, también, los recientes ataques islamistas en París y Bruselas llevan a concluir que las débiles políticas migratorias europeas, y la inoperante política de seguridad continental ante el terrorismo islámico lleva a que los europeos tengan un enorme temor ante la evidencia de su fragilidad ante una amenaza real y ubicua.

El avance de estos partidos y movimientos, que se rehusan a ser parte de una masa gris y uniforme aborregada en pro de la multiculturalidad y de la «diversidad», que en realidad es repetir los mismos discursos que políticos, músicos, periodistas, estrellas de la farándula y del deporte les dicen, que consuman las mismas cosas y piensen las mismas ideas, que están dispuestos a defenderse ante la irrupción de peligrosos extranjeros que les obliguen a abandonar sus libertades y su forma de ser implica una reacción, una apertura de ojos ante los proyectos mezquinos de oligarquías empoderadas que se benefician de esta uniformidad y del caos generado para provocarlo. Hoy, cómo no, ante la perspectiva de el ascenso de estos movimientos, y del magnate Donald Trump, un marginado, pese a sus millones, de los círculos del poder en EUA, las élites de la Globalización movilizan sus ejércitos de sicofantes para advertirnos de que viene el lobo, cuando los lobos verdaderos son ellos.

6.- Otros ganadores… y perdedores:

Putin brexit

Un indudable ganador de todo esto es Vladimir Vladimirovich Putin. Ya en el anterior blog decía que este año parecía de derrotas para el amo del Kremlin, mas parece que no es así, sino que, como también apuntaba, puede encontrarse ahora cambiando de objetivos, y en vez de irse tan lejos de su fría patria, a Sudamérica, puede que empiece a armar un bloque aliado en Europa de la mano de estos partidos conservadores que empiezan a ganar terreno y del debilitamiento y final desmembramiento del bloque continental.

Ya David Cameron había acusado al astuto eslavo de haber intervenido y apoyado al UKIP… quizá tiene razón, quizá Putin apoyó de alguna manera a ese partido y a quienes se pusieron a favor del Brexit: a Moscú le interesa una Europa dividida y debilitada que ya no pueda sostener las sanciones económicas decretadas en su contra por el asunto de Ucrania-Crimea; también quiere que las políticas europeas, hasta ahora tan dóciles a EUA se resquebrajen y una Inglaterra, como habíamos dicho, necesitada de mercados ante la salida del bloque, busque acercarse a Rusia y establezca nexos con el gigante eslavo, levantando sanciones. También sabe, o supone que, debilitando y dividiendo a la Unión, también debilitará a la OTAN a la larga.

Claro, Putin tendrá que vencer la desconfianza histórica que polacos y húngaros tienen hacia Rusia, por ejemplo, aunque compartan principios, ideologías y tendencias,por lo pronto, cuenta con la simpatía del UKIP y del Front Nationale francés. Veremos qué tal le va en los próximos meses y años.

Del lado de los perdedores tenemos a EUA, quien apostaba por una Europa integrada, pero compuesta por países debilitados al rango de entidades federativas que por sí mismas no representasen nada, con gobiernos dóciles a sus intereses. La eventual separación del bloque volvería a traernos a Estados que competirían entre sí por tener relevancia en el concierto de las naciones, lo que aumentaría los focos de poder en el mundo más allá de EUA y los emergentes. La división, y la vuelta a la competencia entre sí de las potencias europeas tal vez nos llevaría a un mundo con más riesgos, pero a la vez, más diverso y con menos acumulación de poder en un solo o en pocos puntos.

Otro de los perdedores es el Papa Francisco I; como Damian Thompson señala, mientras el Arzobispo de Canterbury, Justin Wellby habló dejando en claro que era cuestión de la propia conciencia de cada quien el votar a favor o en contra de la unión, Bergoglio y los obispos católicos británicos llamaron a votar a favor de ella, impelido el pontífice por el reciente «premio Carlomagno» por su papel en la integración europea ante su discurso favorable a la recepción de la oleada de refugiados musulmanes. (Carlomagno, en realidad, hubiera combatido para expulsar a esos sarracenos y mantener a la Europa romano-germana intacta); nuevamente y fiel a su estilo de político sudamericano, el pontífice argentino se mete imprudentemente en temas que no le corresponden y se resbala y confunde, a los fieles poniendo en riesgo su credibilidad.

Conclusión:

Lo que acabamos de ver es, posiblemente, el mayor acontecimiento del año: las consecuencias y alcances están por verse; de igual manera qué tanto dejan que esto se haga efectivo por los intereses en juego. Las pérdidas económicas serán inmensas; simplemente pensemos en el impacto en la Liga Premier del fútbol inglés ante el cambio de la situación migratoria de los jugadores comunitarios.

Sin embargo, quizá la gente que votó a favor de salir pensó en algo mucho más valioso que el dinero: la libertad. Es algo invaluable y merece todos los sacrificios, y sí, una mayor libertad lleva a una mayor prosperidad pero cuesta tiempo y trabajo lograrla más que estar como vacas en el pesebre que los poderosos brindan para la engorda del ganado al que luego sacrifican. El pueblo inglés que votó por la salida demostró valor de oponerse a los dictados de las élites de burócratas y financieros para recuperar su identidad, su dignidad y su voz; por eso los dedos acusadores y las críticas. Los demás pueblos europeos deberían imitarles y poner fin a un experimento que sólo les ha traído debilidad, limitaciones y exposición a peligros externos y regresarla a la idea original: un área de libre comercio, de cooperación y defensa común sin eliminar la soberanía ni las identidades ni raíces de sus miembros en un esquema que ahoga hasta las libertades de los individuos.

En su cumpleaños número 90, el pueblo inglés le ha regalado algo muy especial a Isabel II: por primera vez, desde 1972, ella puede ser saludada como «Soberana».

BREXIT!–PARTE 1, LAS CAUSAS

 

brexit

El jueves 23 de junio, los británicos acudieron a las urnas y decidieron, por un 51.9% contra un 48% abandonar a la Unión Europea, referéndum que se conoce como el Brexit. (por Britain exit).

 Para quien conoce la Historia británica, y en especial la reciente, esto no debería ser tan sorprendente, desde su ingreso a la entonces Comunidad Económica Europea, Inglaterra (llamémosle así por comodidad), ha sido un miembro sui generis, que siempre parece haber llevado la contraria a sus vecinos del continente; incluso, se le acusó muchas veces de ser una especie de portavoz o intruso a nombre de los intereses norteamericanos, inclinados a impedir o hacer más lentos los procesos de integración; esto tal vez alguna que otra vez fue cierto, la realidad es que, ante la Guerra Fría y el posterior proceso de Globalización, Washington parece haber estado más bien interesado en que Europa se uniese como bloque en contra del opuesto bando comunista encabezado por la Rusia Comunista y ahora como experimento de la más avanzada mundialización y del multiculturalismo.

Lo que sí es cierto es que no hay que olvidar que la debilitada Inglaterra de la Posguerra quedó forjando una alianza que en apariencia se mantiene indestructible con su antigua colonia americana y que borró los desencuentros, tensiones y suspicacias que habían definido la relación entre ambos países anglosajones desde la Independencia, la Guerra de 1812 y que se mantuvo todo el siglo XIX. Esta alianza fue evolucionando hacia una virtual dependencia de Londres a los dictados de Washington, sobre todo tras la dimisión de Margaret Thatcher; desde entonces, los ingleses prácticamente han carecido de una política exterior propia que no dependa del visto bueno que otorgue el gobierno de la otrora posesión de ultramar, mientras que, también, puede percibirse que bajo los ministerios de John Mayor, Tony Blair, Gordon Brown y finalmente David Cameron fue repentinamente creciendo la devoción y la obediencia a los dictados de las autoridades del bloque continental situadas en Bruselas y Estrasburgo.

La inclusión de la Gran Bretaña en la Unión Europea, además, era aberrante y contraria a toda la Historia de la isla desde Guillermo el Conquistador: conscientes de su insularidad, y también de la vulnerable pero estratégica posición geográfica que ocupan, los ingleses nunca han aceptado poderes hegemónicos continentales, sino que la posición británica siempre ha sido proclive a un fuerte nacionalismo y a oponer resistencia a cualquier intento de ser dominados por las grandes potencias de tierra firme. Así, los Plantagenet buscaron en la llamada Guerra de los Cien Años romper la dependencia feudal que tenían respecto de los reyes de Francia, heredada del duque normando; después, no solo la lujuria llevó a Enrique VIII a divorciarse de la española Catalina de Aragón y al cisma anglicano, sino también el temor a ser dominado por un poder hegemónico hispano-alemán encarnado por Carlos V; la misma feroz rivalidad que atizaría su hija Isabel I y la consolidación del cisma que ella hizo con sangrienta persecución de los católicos se explica precisamente como una manera de reforzar el sentimiento nacional inglés en contra del afán imperial español de Felipe II.

Posteriormente; Inglaterra actuaría como contrapeso de la hegemonía francesa desde Luis XIV a Napoleón; y en su afán de fortalecerse para oponerse a los intentos imperiales de España y Francia por someterla, terminaría convirtiéndose en la primera potencia mundial durante todo el siglo XIX, conociendo su máximo apogeo con la Reina Victoria I. Cuando ahora su poderío indiscutible se vio disputado por la Alemania de Guillermo II y de Adolfo Hitler, Inglaterra acudió a la guerra mundial buscando restaurar el equilibrio en el continente; aunque el resultado fue perder su estatus imperial y ceder el cetro a dos nuevas potencias que esperaban su turno: Estados Unidos, en quien, de cierta manera, ha continuado el predominio anglosajón, y Rusia, encarnada como Unión Soviética.

Ante todos estos antecedentes, para muchos ingleses, sobre todo en las áreas rurales, en los pueblos pequeños de la campiña que Tolkien tan bien caricaturizó como la Comarca de los Hobbits, para los viejos veteranos que aún quedan de la Segunda Guerra Mundial y para los nostálgicos del Imperio que añoran lo retratado por la literatura de la Era Victoriana y el cine ambientado en esa época, el que ahora la corte de Saint James siga fielmente los decretos, no de dictadores militares temibles y poderosos como Bonaparte o Hitler,  sino de burócratas venales y políticos segundones apoltronados en despachos de mobiliario minimalista situados en Bruselas es más que humillante, lo mismo lo que ya juzgan no como una alianza basada en la Historia compartida y la ayuda conjunta en las dos hecatombes mundiales, sino como un sometimiento servil a la voluntad de una antigua colonia de parte de unos políticos carentes de visión y de valor que han traicionado a la corona y al pueblo.

¿Porqué Inglaterra aceptó estos sometimientos? Por la conciencia de su decadencia como potencia imperial: las dos guerras mundiales llevaron a dar la independencia a las diferentes colonias y posesiones de ultramar: Canadá, Nueva Zelanda, Australia, Sudáfrica y demás territorios en el «continente negro», así como los mandatos o protectorados en Medio Oriente, y sobre todo: la India y su incalculable riqueza natural y humana. Ante esta debilidad, Inglaterra debía pertenecer a un bloque unido que se opusiera a la Rusia Soviética y el bando comunista bajo el liderazgo norteamericano. A un poder continental hegemónico sólo le podría confrontar siendo parte o sometiéndose a otro. La prueba estuvo en las Malvinas, donde una dictadura tercermundista estuvo a punto de propinarle a Inglaterra una derrota que hubiera sido más que bochornosa, que si no lo hizo fue más por falta de medios propios que por el extenuado y menguante poderío militar y naval anglosajón.

Pero hoy en día las circunstancias han cambiado: Rusia ya no es un enemigo per se, ni existe un bloque amenazante. Inglaterra además, logró que las independencias de sus antiguas posesiones se hicieran de manera pacífica y estableciendo con ellas una relación de libre comercio y de libre tránsito de personas, con las que conserva nexos además, culturales, e incluso, políticos, cuando en muchos casos la Reina Isabel II es también la jefe de Estado simbólica de esos países. Hoy en día, grandes potencias emergentes se encuentran dentro de la llamada Commonwhealth o «Comunidad Británica de Naciones» como la India y Australia; si la isla enfoca sus baterías económicas a su antiguo imperio, podría reponer las pérdidas que representa la salida de la Unión.

Ante ese cambio de circunstancias, muchos británicos se han dado cuenta que es posible que la Unión no sea necesaria, más cuando existen una serie de fenómenos, más allá de ese sometimiento a autoridades continentales:

  1. La sobrerregulación europea en materia económica, comercial, derechos humanos, ambiental y laboral, que ha ahogado muchas actividades en Gran Bretaña.
  2. El hecho de que las autoridades comunitarias no son electas y, por tanto, no son representantes de los pueblos de los países miembros, ni pueden ser fiscalizadas por las autoridades nacionales ni la sociedad en general.
  3. La ideologización de la Unión, que ha caído presa de la Izquierda o de los «Liberales» y «Progresistas» que han impuesto una dictadura de lo políticamente correcto que amenaza la libertad de conciencia, de culto y de expresión.
  4. El que los países con economías más desarrolladas, aún fuera de la unión monetaria,  como es el caso inglés, deben subsidiar a los países más pobres como Grecia y por tanto, sufragar los errores, o la corrupción, de sus autoridades.
  5. El «Estado de Bienestar» que es la política social seguida por la Unión: onerosa y sostenida por cargas fiscales altísimas o endeudamiento.
  6. La creación en las nuevas generaciones de una mentalidad hedonista y atenida a becas, financiamientos y subsidios gubernamentales: es de recordar en Inglaterra las protestas estudiantiles que exigen que la educación universitaria sea gratuita, lo mismo que los servicios de salud… pero no quieren trabajar, solo gozar de los beneficios.
  7. La invasión, por las instituciones europeas, de áreas que deberían ser propias de los Estados miembros ejerciendo su soberanía nacional, como es la regulación de la migración, más ante la crisis de los refugiados sirios en medio del Espacio Schengen.

Para una mayor comprensión de las causales del Brexit, podemos ver Brexit, the Movie, un documental en el que se narran los motivos de la votación:

Ahora veamos el mapa de la votación que es bastante descriptivo de lo que pasó:

brexit-map

En azul, las circunscripciones electorales que votaron por mantenerse dentro de la Unión; en rojo, las zonas que votaron por salir.

Como se ve, toda Escocia y todo el Ulster o Irlanda del Norte votó por mantenerse en el bloque, ¿porqué? Porque ambas naciones celtas son las partes más pobres del país, y viven de los subsidios que la Unión y Londres les proporciona para sostener una política asistencialista; además, ambas regiones esperan, desde el siglo XVII, ayuda del continente para sacudirse el yugo anglosajón: qué mejor que propiciar un escenario favorable a la independencia para mantenerse dentro del bloque mientras la vieja Inglaterra, sola, se queda fuera; al fin, lo que querían las tribus Jacobitas, que España y Francia les apoyasen se haría realidad en cierta manera, en vez de dejarlos morir solos ante los casacas rojas en Culloden Moor. O que el alzamiento de Pascua en 1916 en Irlanda hubiese sido apoyado por Alemania en medio de la Gran Guerra.

Gales fue la sorpresa, al ser la única de las tres regiones célticas en votar, al igual que la mayor parte de Inglaterra por salir de la Unión. Esto se debe quizá a que se encuentra mucho más integrada a la sociedad sassenach (sajona) y tiene vínculos mucho más fuertes y añejos con Inglaterra (Gales fue incorporado a la corona inglesa en el siglo XIII, Irlanda en el siglo XVI, y Escocia hasta el XVII con la llegada al trono inglés de los escoceses Estuardo y definitivamente a partir de la primera mitad del XVIII tras la rebelión Jacobita)

La zona metropolitana de Londres también se inclinó por mantenerse en la Unión: lógico ante su población cosmopolita que se ha visto favorecida por la laxa política migratoria comunitaria, y también la mentalidad liberal de los londinenses, en especial de los jóvenes, partidarios  y beneficiarios del «progresismo» impulsado desde Bruselas.

Bueno, este post ya ha sido bastante largo para explicar las causas del voto favorable al Brexit, en el próximo, hablaremos de las consecuencias; porque esto sí es un terremoto que tendrá repercusiones durísimas: de entrada, esto certifica el fracaso de la Unión Europea y que ha quedado herida de muerte.

¡HOLA OTRA VEZ!

Primero que nada, una disculpa a mis lectores: por cuestiones que no vienen al caso, pero que tienen que ver con la privacidad y la prudencia en redes sociales tuve que cerrar el Blog anterior. Pero en fin, este espacio abre una nueva etapa, y siento no poderme quedar callado; quizá sea porque no he aprendido, o quizá por aquello que dicen que si uno calla gritarán las piedras, y más ante la época actual en que estamos presenciando cambios que auguran el inicio de una nueva era histórica, de lo que seguiremos hablando en estas páginas.

Para celebrar esta nueva etapa que inicio con este Blog, les dejo con dos de las más hermosas canciones del Rock Progresivo que he he escuchado; se trata de la banda británica Anathema, conformada por los 3 hermanos Cavanagh: Danny (guitarra líder/piano/voz), Vincent (voz principal/guitarra rítmica y acústica) y Jamie (bajo), los hermanos Douglas: John (batería/percusiones/teclados)y Lee Helen (extraordinaria voz femenina), así como el portugués Daniel Cardoso (teclados/percusiones). Los temas son Untouchable, partes 1 y 2, y la bellísima balada Dreaming Light, canción que habla de un renacimiento, ambas grabadas en vivo en la ciudad de Plovdiv, Bulgaria. Espero les guste.